El estudiante
Tras haber realizado dos films de ficción (Ana y los otros, 2003; Una Semana Solos, 2008) Celina Murga ingresa en Escuela Normal (2011) al terreno del documental. No obstante, allí aborda con sensibilidad algunos de los temas que aparecían en sus dos primeras películas.
Si habría que definir las mínimas coordenadas que definen al cine de Celina Murga, no sería inapropiado pensar en el naturalismo y en la sensibilidad que surge desde el universo cotidiano. El primer término (una derivación del realismo, más estudiado en teatro y en literatura) se hace evidente en el modo en el que los hechos se suceden. Las causas y las consecuencias no quedan expuestas de forma estructurada, programática. Por el contrario, en las secuencias de Escuela Normal los diálogos y sus conexiones argumentales se gestarán con un aura de espontaneidad y a través de la mirada de un espectador activo. La sensibilidad viene dada por lo que la realizadora decide exponer: un puñado de momentos de la vida de estudiantes secundarios, a los que filma con discreta distancia en algunos pasajes y con notable cercanía en otros, pero siempre con ternura (jamás impuesta) y sin bajadas de línea.
No hay un único protagonista en este documental, pero a medida que avanza el relato se esbozará un protagonista grupal: el sistema educativo. Retratado de puertas adentro, aunque en unas pocas secuencias Murga ingresa a otros escenarios (una radio, la casa de un compañero). Esta decisión genera un micro-clima que deviene familiar, preludiado con un estupendo plano secuencia (hay, en verdad, muchos) con el que comienza la película. En él, vemos a un estudiante ingresando a esta escuela de Paraná en la que funcionan todos los niveles educativos. La misma en la que estudió la realizadora. Y no es casual: la puesta en escena da la sensación de que el espacio es conocido milimétricamente por quien lo registra.
Si bien Escuela Normal es un documental, es evidente que la realizadora apela a mecanismos narrativos propios de la ficción, del mismo modo que en sus dos películas ficcionales aparecían elementos del cine documental. La narración ofrece diversos ejes, plasmados en diálogos que aparecen como “robados” de la realidad misma. Así, se genera una empatía con los chicos y con los docentes. La progresión dramática está debidamente dosificada, llegando a generar intriga en uno de los temas cruciales: la elección del Centro de estudiantes.
La política educativa, las resoluciones ministeriales que condicionan el accionar docente, los métodos para corregir la indisciplina, el cuestionamiento a los contenidos curriculares, los signos patrios; algunos de los tópicos con los que Murga ingresa a esta escuela normal. Siempre con sensibilidad, sin menospreciar los detalles, haciendo de su trabajo un terreno para el debate a partir de un espacio que nos resulta esencial para la construcción de la ciudadanía. Pero que, al mismo tiempo, forma parte de nuestro anecdotario sentimental.