Después de dos ficciones perfectas (Ana y los otros y Una semana solos), ambas prodigios de observación, Celina Murga opta por el documental y muestra cómo funciona un secundario que carga, además, con el peso de una historia. No se trata de una muestra o una búsqueda didáctica de la pura información, sino de ejercer la mirada como un bisturí para encontrar el paisaje humano, el más atractivo y complejo. Un gran film que observa sin juzgar e invita al espectador a entrar en su mundo.