La juventud no está perdida Escuela Vida (2016) de Silvina Estévez, se desarrolla en las costas de nuestro país, precisamente en San Clemente del Tuyu. El largometraje de Estévez muestra el día a día de una escuela de bella artes de la localidad de San Clemente. La convivencia que van viviendo sus alumnos, el ir aprendiendo académicamente, pero por sobre todo el desarrollo de la vida misma. Vemos la organización de este tipos de escuelas que más allá de ser un lugar para aprender es una especie de familia que acompaña a los jóvenes de hoy. Este tipo de documental no contiene reportajes, ni declaraciones, sino más bien coloca a la cámara como un ente inexistente que está ahí capturando los momentos que los jóvenes van viviendo de manera natural. No tiene un enfoque en alguien en concreto sino que se encarga de registrar todo lo sucedido. Interesante para saber cómo es la juventud de estos tiempos, al mostrarnos que es lo que piensan y sienten, cuáles son sus sueños y objetivos dejando en claro que tal vez el concepto de que “la juventud hoy en día está perdida” es totalmente equivocado. ¿Cuántas veces hemos escuchado hablar mal de los jóvenes de hoy? De seguro en varias ocasiones y es lamentable pero sin embargo, Escuela Vida nos enseña que estamos equivocados, muchos chicos y chicas están comprometidos de manera seria y responsable para cumplir sus sueños y objetivos que sin dudas nos llevaran a progresar como Nación el día de mañana, dejando en claro que ellos son el futuro y la esperanza de una sociedad utópica que tal vez podremos alcanzar. La directora se toma el trabajo arduo de exponer todos los hechos durante varias etapas del año, lo que significo muchas horas de filmación y edición para mostrar la evolución de los chicos a lo largo de todo el documental. Y nos deja una gran enseñanza: que la educación y los sueños empiezan en casa pero se forman y fomentan en la escuela.
Escuela vida: así en el arte como en la vida La ópera prima de Silvina Estévez recorre el proceso de aprendizaje de un grupo de adolescentes de la Escuela Pública de Bellas Artes en San Clemente del Tuyú a lo largo de las cuatro estaciones. Regida por el clima y la cooperación grupal, la mirada de Estévez sortea el abordaje tradicional y se adhiere a la experiencia vital de los jóvenes, a los esfuerzos que implica la creatividad y el desarrollo artístico, a la organización más allá de la competencia y la autoridad. Alumnos y maestros reflexionan sobre la historia del país, cosen vestuarios, ejecutan instrumentos y desarrollan un proyecto colectivo nutrido de alegrías y contratiempos, con un imprevisto humor que la cámara captura con sutileza.
El primer largometraje documental de la directora Silvina Estévez que se centró en el trabajo que se realiza en una pequeña escuela pública de San Clemente del Tuyú, donde se respeta la enseñanza oficial pero se rompe con la división de edades, para hacer un proyecto artístico colectivo, que llama a la responsabilidad individual, que ayuda a cada uno de los alumnos, donde los que están por terminar su ciclo secundario, son los tutores de los que recién ingresan y donde las tareas extra suman el entusiasmo y el amor de los adolescentes que son sus “fanáticos” alumnos. Música, plástica, escenografía, acrobacias, actuación, utilización de materiales reciclados, distintas disciplinas que se ponen en práctica al servicio de un espectáculo de fin de curso que convoca a toda la comunidad. Una escuela a la que todos nos hubiese gustado concurrir.
Buceando en el día a día de una escuela de artes de San Clemente del Tuyú , la directora logra trascender las fronteras del documental estático. Los jóvenes que asisten a la escuela hablan, viven, respiran, se impulsan, y allí está la cámara para hablar de otra juventud, no abúlica, al contrario, impulsiva, apasionada y creadora.
La educación siempre es tema de debate. En cualquier sociedad, la cuestión sobre cómo mejorar la escuela es una cuestión de discusión permanente. Y cuando apelamos a lo que todos conocemos por esa institución, sensaciones mezcladas se producen: sabemos que ahí hay aprendizajes cruciales para la formación ciudadana y la inserción social, pero somos conscientes de que ese espacio, está en una crisis profunda. Es ahí, cuando uno comienza a preguntarse si no habrá gente que combate esa parálisis que parece regir la educación (piensen en cuánto tiempo ha pasado y el formato tradicional sigue funcionando sin pausa), y es ahí cuando empiezan a aparecer las experiencias innovadoras. Es decir, las escuelas que transgreden. Que impulsan cambios y experimentan y promueven nuevas experiencias en relación a los aprendizajes. Eso es lo que sucede en "Escuela Vida". Un documental de Silvina Estévez que se va a la playa, pero no precisamente en el verano y sólo a pasarla bien. El lugar, San Clemente del Tuyú. Una pequeña ciudad balnearia que cobija una experiencia docente muy interesante de aproximación al arte, que funciona en el medio de un bosque, al lado del mar. Viento, espuma y arena. Y mucho más. Un escenario bárbaro. Inspirador. Una comunidad que aprende a través de su relación con las artes. Integrada. Potente. En ese contexto esta escuela secundaria es un gran hallazgo. Se respeta la formalidad que pide la enseñanza oficial pero se propone un proyecto artístico que integra a la comunidad educativa en su conjunto. La concepción Wagneriana del arte en su máxima expresión. "Escuela Vida" observa y registra el paso de los chicos por esta increíble experiencia educativa, a lo largo de las cuatro estaciones. Indaga sin palabras en esa original manera de construir el conocimiento, lejos de las modalidades tradicionales, y documenta cuál es la filosofía que impregna este hecho educativo. Contra lo que mucha gente cree, que los adolescentes se interesan por pocas cosas en la escuela secundaria actual, "Escuela Vida" sorprende con sus imágenes y segmentos dialógicos. No todo es como se cree. Esa abulia que se vive en muchos establecimientos educativos, no existe aquí. En esta institución, los chicos participan en forma activa de la vida escolar y la disfrutan. Estévez estructura una muestra analítica, coherente y profunda. Está donde debe estar y hace gala de una gran percepción para avanzar con lo que es importante retratar. "Escuela Vida" ofrece entonces, ser documento de análisis para pensar que los nuevos modos de organización escolar, deberían multiplicarse en todos los escenarios posibles.
Educarse en Libertad El ciclo lectivo de la Escuela Pública de San Clemente del Tuyú marca el ritmo de este interesante enfoque que hace hincapié en las alternativas educativas, siempre que la creatividad y la voluntad de docentes y alumnos encuentren los mecanismos y las herramientas necesarias para acrecentar experiencias en el conocimiento y en el aprendizaje integral. Al ver consolidada la tarea en una muestra artística final donde todos participan en una obra, con roles definidos y un compromiso auténtico con la comunidad, queda establecida una vara posible a la que muchas escuelas de características similares deberían poder alcanzar. Un ejemplo de inclusión, educación, creatividad y pasión por enseñar y querer ser mejores cada día, sin perder de vista que el aprendizaje es un camino que se recorre a diario más allá de la meta a la que se quiere llegar.
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EL APRENDIZAJE, ESE TERRENO CINEMATOGRÁFICO El universo escolar es una paradoja permanente: por un lado, está sustentado en estructuras estables, tendientes a la homogeneización y en un punto anacrónicas, que demuestran una profunda resistencia al cambio. Por otro, ese anacronismo al que se enfrenta y la intervención de actores sumamente heterogéneos lo ponen en una crisis permanente, que lo obliga a una mutabilidad constante. Los cimientos parecen ser siempre los mismos, pero los ladrillos se ponen y se sacan a cada rato. Estas enriquecedoras contradicciones pueden verse a lo largo de todo el metraje de Escuela vida, documental de Silvina Estévez que va recorriendo las estaciones del año junto a los estudiantes y docentes de una escuela pública situada en medio de un bosque y al lado del mar. La realizadora no pretende ser original o disruptiva, eligiendo un abordaje elemental y lógico: un seguimiento permanente de las rutinas, acciones, diálogos y eventos que se van dando día a día en la escuela, indagando en los entrecruzamientos entre docentes y alumnos. Pero esa elección no deja de tener sus riesgos y desafíos: no es simple introducir ese dispositivo que es la cámara dentro de una escuela, ya que puede ser invasivo y restar espontaneidad. Afortunadamente, hay que reconocer que hay un óptimo trabajo en la puesta en escena: el punto de vista que asume la realizadora es casi invisible, cerca de los cuerpos pero sin generar incomodidad, buscando minuciosamente esos momentos que surgen puntualmente y que marcan evoluciones en ese proceso complejo y apasionante que es el aprendizaje. Hay pasajes de la película donde remarca ciertas cuestiones y explicita algunos posicionamientos que, por redundantes, le restan fluidez e impacto. Pero el balance general es atractivo a partir del hallazgo de las dinámicas que atraviesan a los tiempos, espacios y actores escolares. Escuela vida, con sus desniveles, vuelve a mostrar que el ámbito educativo tiene componentes indudablemente cinematográficos y que allí hay personajes apasionantes e historias que merecen ser contadas.
La realidad menos divulgada de los balnearios argentinos es la vida de la población estable, de los que se quedan mientras el turista se va y dejan las playas desoladas. De los que trabajan y estudian allí. Porque, más allá del mar y la arena hay otras cosas para contar, como la que tiene la directora Silvina Estévez, quien en éste documental viajó a San Clemente del Tuyú para mostrarnos lo que se enseña en la escuela municipal de Bellas Artes. En esa institución educativa para cada fin de año escolar los alumnos realizan una actuación frente a sus familiares. Tienen que demostrar, cada uno en su función, qué es lo que mejor saben hacer al desarrollar y llevar a cabo un proyecto de una obra teatral propuesta y guiada por sus profesores de las materias artísticas. Todos trabajan en modo de cooperativa, codo a codo y en paralelo, mientras también asisten a las clases. El esfuerzo es tremendo, pero los chicos lo disfrutan. El colegio es su espacio de contención y refugio. Pasan más horas ahí que en otros lados. La historia comienza en otoño y finaliza en primavera. La cámara, con imágenes estéticamente impecables, los sigue durante todos esos meses para transmitirnos las vicisitudes, ensayos, planificaciones, ideas, etc., que tienen que sobrellevar los involucrados para lograr concluir con la obra. Por otro lado, la directora se interesa en los pensamientos y sueños que tienen los adolescentes, especialmente qué hacer luego de egresar, porque en ese lugar muchas posibilidades de continuar con su vocación no hay, ya que después de ser un sitio de pertenencia del alumnado el vacío con el que se van a encontrar,va a ser enorme. Otro dato a favor del film es que la música que suena para el documental pertenece a los mismos chicos que ensayan, y donde se vislumbran un par de talentos que no hay que desaprovecharlos. La idea general es reflejar las vivencias que tiene una escuela de arte lejos de las grandes urbes y ajena al reconocimiento masivo, pero no por ello es humilde o rudimentaria. La película difunde de manera objetiva, pero con una clara intención esperanzadora que, si hay ganas precisas de producir algo se puede armar un grupo homogéneo interesado en realizarlo no hay barreras infranqueables, lo único que importa es la voluntad de concretarlo.
El bosque…ese bosque mágico, de los cuentos de hadas y, a veces, el bosque del terror, en esta película se convierte en un refugio de contención, amor y aprendizaje. También, a la vez que es fuente de inspiración, guia el camino para llegar al mar. En ese recorrido es donde la fantasía se puede hacer realidad, porque el bosque brinda los recursos necesarios para realizar los sueños. Es eso lo que buscan los jóvenes de la escuela Número 1 de San Clemente del Tuyú. Buscan otro tipo de enseñanza, otra metodología, una alternativa. Buscan expandir sus habilidades, sus talentos artísticos, seguir aprendiendo. También a un otro que le pase lo mismo…buscan la identificación. En esta escuela pública, situada en medio del follaje verde y cerca del mar, se dan clases de guitarra, expresión corporal, teatro y manualidades. El trabajo documental que la directora Silvina Estévez realiza en este instituto, tranquilamente puede interpretarse como un estudio etnográfico tradicional. En este caso, el cuaderno de anotaciones es reemplazado por la cámara. Con planos fijos y sonido ambiente para todas las escenas, nos muestra el día a día de los alumnos, directores, docentes y no docentes. Al ser una escuela de talentos artísticos, la directora pone énfasis en las manos y recurre al plano detalle para mostrarlas creando, como si tuvieran vida propia, como si no las manipulara la propia persona. Estévez no interviene en lo absoluto en ninguna escena, por lo que se siente que todo fluye naturalmente. Conocemos el modelo de escuela a través de la voz de los chicos y sus actividades. Los vemos estudiar al aire libre en grupos, con el bosque de testigo. Se trata de un documental lineal, que cuenta con un hilo conductor correcto. No necesita arriesgar métodos o incorporar recursos demás, porque todo está en el relato. Como espectador se puede seguir la historia sin ningún problema. En medio de las clases, hay un proyecto para el fin de la cursada, es la representación de la obra de teatro Tarzán. Ésta obra es trabajada durante todo el año, y puede observarse a lo largo del documental su desarrollo, rescatando todo el tiempo el trabajo en equipo, la unión, la amistad y el respeto por el otro. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz