Apología, aberrante, de la ley del Talión
Una chica violada aplica brutalidades extremas.
Escupiré sobre tu tumba , de Steven Monroe, se encuadra dentro de dos modas: 1) ser una remake de una película de los ‘70, 2) buscar al (numeroso) público aficionado a las vejaciones y torturas en pantalla. Por lo demás, aunque sería riesgoso hablar de modas, digamos que adhiere a una tendencia repetida en el cine y fuera de él: la idea de la justicia por mano propia; para colmo, disfrazada de corrección política. De hecho, el filme hace una curiosa vindicación del feminismo: a través de un personaje brutal, aunque sea con causa.
El filme original, de 1978, fue dirigido por Meir Zachi, convertido en productor ejecutivo de la nueva versión. Aquella película, de bajo presupuesto y búsqueda de transgresión, causó escándalo. Hoy, en pleno auge de la pornotortura, nada se transgrede y poco escandaliza. Pero la intención de quienes hicieron esta nueva versión es buscar esto último, y poco más.
La trama se centra en una joven escritora con aspecto de modelo de Pancho Dotto (Sarah Butler, quien soporta con estoicismo tanta humillación, aunque sea ficcional), que se refugia en un cabaña alejada para escribir ficción. Se lleva unos vinitos y un poco de marihuana: nada que moleste al prójimo. Pero desde que para a cargar nafta, antes de llegar, es evidente que un grupo de tipos -asquerosos y, peor, imbéciles- la pone en la mira libidinal/sádica. Curioso: lo nota hasta el espectador menos sagaz, pero no ella.
Qué no le harán a esa pobre chica. Incluido un jefe de policía que va a misa, le prepara el desayuno a su pequeña hija modélica, cuida de su mujer embarazada y acusa a la escritora de haberse fumado un porrito y tomar vino tinto (¡atención!: la película muestra que los conservadores pueblerinos, representantes del Estado, pueden ser peores que los artistas liberales), antes de sodomizarla con saña.
Pero la chica volverá, no por justicia sino por venganza: y entonces habrá anzuelos en los ojos, caños de escopeta introducidos en el ano, castraciones. Ley del talión; sadismo extremo, que curiosa e inquietantemente atrae a tantos.