Diferentes construcciones familiares, diferentes formas de maternidad, diferentes maneras de entender las relaciones humanas. ESE FIN DE SEMANA es una película breve y poética que ensambla, por un momento, las vidas de dos generaciones a partir de la historia de una madre y una hija adolescente que se reencuentran por apenas unos días –los que dan título al film– y tratan de ver si pueden reconstruir un lazo dañado. Filmada en Misiones, no muy lejos de la frontera con Brasil y con Paraguay, la opera prima como directora de la experimentada guionista (de series televisivas como PEQUEÑA VICTORIA, LAS ESTRELLAS y películas como MARILYN) tiene un acercamiento visual y particularmente inesperado viniendo de alguien cuya experiencia principal pasa por el guión.
¿Por qué inesperado? Quizás sea un cliché, pero uno esperaría que alguien que viene del mundo de la escritura pasaría a la dirección con una película que esté armada en base, bueno, a un guión estructurado de una manera muy ajustada. Pero ESE FIN DE SEMANA se escapa por completo de ese sistema, no responde a ese «prejuicio». Al contrario. Se trata de una película bastante libre, que pone el acento en el lirismo y en la extensa duración de ciertas escenas que normalmente serían desechadas en una película con una estructura de guión más tradicional. Desde la primera escena, en la que Julia (Miss Bolivia) interpreta en su totalidad un cover de Virus cantando en un bar hasta una larga secuencia de danza que la sigue pasando por trabados ensayos de canciones de una banda, estamos claramente ante una película que prefiere expresarse más a través de las imágenes –es muy buena y expresiva la fotografía de Inés Duacastella y Armin Marchesini Weihmuller– que de las palabras.
Y eso mismo va pasando con el desarrollo de la historia, que se va descubriendo y adivinando a partir de gestos mínimos, situaciones que podrían pasarse de largo. Julia tiene (mala) fama en el pueblo por haberse quedado con algún dinero que no le correspondía y vemos, cuando ayuda a cruzar a una chica brasileña la frontera (la película usa mucho el portuñol), que esto de meter manos en carteras ajenas lo sigue practicando. Julia ha regresado al pueblo a firmar un permiso para que su hija se vaya a Paraguay a vivir con su padre, pero también a buscar un dinero que dejó allí y no encuentra. El tema es que su hija Clara (Irina Misisco) no tiene ganas de irse con su papá. Está en pareja con Fernanda (Laura Kramer), la chica con la que toca en la banda, y es claro que su lugar está allí. El problema es que es menor de edad.
Da la impresión que madre e hija no se ven hace tiempo y que la relación entre ambas no es buena. Y será a partir de «ese fin de semana» en el que ambas se verán las caras, pondrán algunas cosas más o menos en claro y se verá cómo continúa esa trabada relación. Pescio cuenta su historia de un modo impresionista. Las escenas se van hilando más o menos libremente y el espectador de a poco se va armando un panorama de quién es quién y qué es lo que está sucediendo. Quizás el tema del dinero en circulación (una especie de McGuffin de la trama) no esté del todo bien manejado –hay una deuda, poco tiempo para pagarla y así–, pero da la impresión que lo importante no pasa por ahí, sino por cómo cada una de ellas decide qué hacer con sus vidas y cómo una y otra entienden el concepto de maternidad, algo que quedará más claro aún sobre el final.
Julia es una mujer que se dedica a la música, que gira por Brasil cantando en lugares chicos y da la impresión de que vive al día, que necesita esos dineros (bien o mal habidos) para sobrevivir. Clara, en cambio, parece cómoda en esa comunidad, con su novia y amigues, con sus salidas y actividades cotidianas. La música también forma parte de su vida –aunque el estilo parece ser otro–, pero todavía no ha definido demasiado su futuro. En el reencuentro entre ambas habrá algunos momentos tensos y otros de comunión, pero siempre quedará flotando la sensación de que, aún de maneras dolorosas, existe una mutua comprensión entre ambas respecto a las decisiones que cada una toma con sus vidas. La maternidad no es igual para todas y ESE FIN DE SEMANA, quizás más que cualquier otra cosa, trata sobre eso.