Mientras se ven los títulos de inicio, una música conocida suena, “Pronta entrega” de la mítica banda Virus y su música eterna. La primera secuencia de la película es el rostro de una mujer en primer plano dueña de la misma voz que escuchamos antes. Un cuerpo que se mueve exageradamente – tal vez- y canta el cover del tema de Virus. Vestida de rojo, con aros al tono, con el cabello largo; ella canta sin importarle casi la audiencia, en ese contexto que es un restaurante muy familiar, con mesas con niños, hombres y mujeres que al finalizar aplauden sin demasiado entusiasmo. En este comienzo el tono de la película se vislumbra con claridad: cierto misterio con algo de desazón y mucho de tristeza, será el ritmo del relato de esa mujer que, esa misma noche se pondrá en viaje. Esa escena transcurre en algún lugar de Brasil, ella cruzará la frontera y llegará a Misiones con dos objetivos: firmar la tutela de su hija adolescente y aclarar cierta cuestión de dinero que sugiere una estafa anterior.
La película transcurre con una calma tensa, algo puede suceder en cualquier momento, sin embargo aquello que suponemos que ocurrirá, no sucede. En este sentido radica la validación de la película en varios sentidos, como obra cinematográfica que quiebra con cánones narrativos establecidos y como relato de una vida. Julia- la cantante- que es una Miss Bolivia a cara lavada es madre de una hija adolescente a quien no ve hace un tiempo, a quien dejo de escribirle, a quien al parecer extraña poco. Una madre poco convencional, una mujer que apuesta más al improbable dinero que va consiguiendo por ahí y a su vida de trashumante que a ser mamá. Es evidente que la chica está bien donde está, claramente es su territorio, son sus amores, su lugar de pertenencia, su movilidad por el lugar es cómoda, todos la conocen en esa comunidad. Ella, Julia, la madre; es casi una extranjera en su tierra natal, la han expulsado de ahí y no volverá. Una nómade que solo tiene un auto pequeño y desvencijado que cumple con el objetivo de trasladarla, una mamá que realiza pequeños robos de dinero, incluso a su propia hija, que son casi la única conexión que establece con el mundo externo.
En su calma tensa, la película se permite momentos de felicidad casi pueblerina; unos chicos que juegan con carritos de supermercado, una larga secuencia de baile entre adolescentes, una visita al rio. Incluso instantes de felicidad entre madre e hija; canto y coreografía de una canción, una tarde en un humilde parque de diversiones. No se puede negar la corriente afectiva que hay entre ellas, pero si se puede afirmar cierta distancia no solo física, sino emocional; que la cámara registra a la perfección.
La maternidad de Julia es lo que se interroga en Este fin de semana de Mara Pescio (aquí la entrevista). El “deber ser” de la maternidad, aquello que tiene de instintivo, aquello que tiene de problemático, sobre todo cuando se enfrenta con el feminismo. Contrarias, opuestas, semejantes, estas concepciones lo que tienen de sacralizadas lo tienen de problemáticas. Julia quiebra, de alguna manera, con la naturalización de los instintos maternales y decide dejar en manos de su padre la crianza de la adolescente; casi en contra de lo que pensaría el sentido común.
De este modo Este fin de semana es una película pequeña, una historia de mujeres – casi no hay hombres en la película- que dice mucho más que algunas obras contemporáneas, una película que problematiza concepciones ancestrales, a las que Julia – Miss Bolivia– le pone el cuerpo de una manera natural y consciente, tal vez por ser ella misma una de las voces más potentes de la corriente feminista contemporánea.
ESE FIN DE SEMANA
Ese fin de semana. Argentina/Brasil, 2021.
Guion y dirección: Mara Pescio. Intérpretes: Miss Bolivia, Irina Misisco, Laura Kramer, Gabriela Saidón, Sergio Prina. Fotografía: Inés Duacastella y Armin Marchesini Weihmuller. Edición: Florencia Gomez García y Andrés Pepe Estrada. Música: Rita Zart. Producción: Cecilia Salim y Georgina Baisch (Murillo Cine, Argentina), Paula Zyngierman (Maravillacine, Argentina) y Tathiani Sacilotto (Persona Non Grata Picture, Brasil). Duración: 67 minutos.