Sin novedad en el cuento
Espejito, Espejito (Mirror, mirror, 2012) intenta reescribir el cuento infantil Blancanieves y los sietes enanitos, con la figura de Julia Roberts en el papel de la malvada reina, pero no hace más que reconfirmar la clásica historia. La obsesión de la reina por los tratamientos de belleza y los enanitos que, en vez de ser nobles trabajadores son una pandilla de ladrones, no alcanza para parodiar al clásico.
Cuando el querido Rey y padre de blancanieves desaparece en el bosque, la malvada reina (Julia Roberts) se apodera del trono y sumerge al pueblo en una era oscura. Blancanieves (Lily Collins), al cumplir los 18 años de edad, sale del castillo y pierde la ingenuidad infantil. Conoce al príncipe (Armie Hammer) con su torso desnudo en el bosque, y ve como sufre la gente del pueblo. La Reina la envía al bosque a matarla a manos de su noble ayudante Brighton (Nathan Lane), pero blancanieves huye y se refugia con los enanos. Desde allí deberá recuperar el reino y a su amado príncipe.
Espejito, Espejito no es una parodia que reelabore el clásico infantil. La película con Julia Roberts no está a la altura de burlar al cuento de hadas como si en cambio lo hizo Encantada (Enchanted, 2007) con La Cenicienta.
Si bien, la escena en que la actriz de Mujer bonita (Pretty Woman, 1990) utiliza extraños mecanismos medievales para conservar su hermoso rostro es muy divertida -y de lo mejor del film- no es suficiente mérito para actualizar al cuento a nuestros días. Lo mismo sucede con la idea de que los enanitos pasen de ser honrados trabajadores de una mina, para convertirse en una pandilla de asaltantes de carruajes. Son cuestiones que introducen comicidad al film para sacarlo de su encajonado formato medieval.
Y aunque se destaque, una suntuosa dirección de arte que recuerda a los films de Tim Burton en la construcción de vestuarios y escenografía, la película se caracteriza por seguir a rajatabla la simple y llana historia de Blancanieves y los siete enanitos con personajes de carne y hueso.
Ante la ausencia de parodia, queda transitar –otra vez- por la trillada estructura del cuento, con los aportes cómicos de dos elementos más que obvios: el ayudante Brighton y los siempre graciosos enanos. Recurrir a éstos componentes para darle frescura a un relato idéntico al original, es tan pobre como la película misma.