Historia tan delirante como kitsch
La diva de Hollywood compone a un personaje de soberbia villanía, moviéndose en escenarios de extravagantes diseños arquitectónicos y de azogadas composiciones góticas, pasea su maldad, buscando afanosamente su belleza.
Si al despertar de su estado de hibernación, como los científicos aseguran, el tan prolífico y tan controvertido Walt Disney, creador de un megalómano imperio y de una desafiante bibliografía crítica, se acercara a ver esta nueva versión de aquella fábula que el presentara de manera tan cándida en los años del "New Deal", cuando el mundo aún no había abierto aún los ojos ante los horrores que se iba desplegando desde la política de los sistemas totalitarios; si él mismo, hoy mismo, se atreviera a revisar este, su primer largometraje (1937), tan celebrado por la Academia, por esa lucha entre el Bien y el Mal, fuerzas que vienen de los relatos de los viejos tiempos y que él mismo siempre se esforzó por acomodarlas al llamado "sueño americano"; insisto, en esa tal vez obligada visión que le pediríamos que hiciese de este film, y de otros que lo preceden (su muerte tuvo lugar en el año 66) que ofrecieron relecturas en otras claves, haciendo despertar aquello que en Disney ni siquiera fue insinuado, experimentaría, tal vez, no sólo asombro, sino espanto, o bien lo recibiría, con una desencajada carcajada.
Al hablar de Disney, y no sólo de su Blanca Nieves que fue ese gran éxito de público de aquellos años, podemos señalar sí que su labor creativa la podemos encontrar en sus cortometrajes; particularmente, en aquellos del período 1928-1940, en los que hay una búsqueda constante con la imagen y el sonido; algo que poco a poco va siendo desplazando ante el avance de tanta moraleja, figuritas para el álbum y objetos para engalanar fiestas. Aún Dineylandia sigue siendo el paraíso prometido por tantas agencias de turismo. Lo que Disney olvidó, como sí lo hizo primero la novela de Frank Baum y luego el film de Víctor Fleming en el año 39, en el que una pequeña Judy Garland, en el patio trasero de la Metro, nos regalaba "Over the rainbow", es que cada uno, en su interior puede vivir y encontrar su propio camino hacia el propio reino de Oz.
Los cuentos de Perrault y de los Hermanos Grimm fueron visitados y revisitados en numerosas décadas por el cine y la tevé, desde versiones que trataron de mantener el tono clásico hasta aquellas que se propusieron hacer estallar aspectos más siniestros; para numerosos estudiosos de los llamados "cuentos infantiles", uno de los tópicos centrales. Incluso, en otra línea, a partir de los años 70, comenzaron a circular producciones en la línea del cine porno, particularmente con aquellos clásicos que presentaban personajes que habían sido mostrados de manera muy naif o bien ofrecían cierto aspecto excéntrico en su conformación física.
Ya en 1997, Michael Cohn presentó "Blanca Nieves, un cuento de terror", en donde una notable Sigourney Weaver componía a ese personaje, el de la bella y vanidosa madrastra, que hoy asume de manera audaz, en el film que se ha estrenado en estos días, Julia Roberts. Su realizador nacido en la India en el 1961, quien llegó al cine desafiando mandatos familiares, llevó adelante este proyecto con capitales estadounidenses, algunos de manera independiente, lo rodó en Montreal y construyó grandes escenarios, con escasos medios, pero con gran despliegue de movimientos de cámara, a la manera del cine indio de Bollywood. Lo que tenemos hoy ante nuestros ojos es un film que haría palidecer, gritar, o bien hacer saltar de alegría al propio Disney. O en su defecto, pedir regresar al propio sitial inmóvil.
Si en "Mujer Bonita", del 90, Julia Roberts componía a una versión actualizada del personaje de la Cenicienta, junto a uno de los galanes y sex symbols de entonces, Richard Gere; hoy, en el año en que el film de Disney ya ha cumplido sus 75 años, la Roberts compone a un personaje de soberbia villanía, que por otra parte, moviéndose en escenarios de extravagantes diseños arquitectónicos y de azogadas composiciones góticas, pasea su maldad, buscando afanosamente su belleza, tratando de perpetuarla, teniendo a su disposición débiles lacayos, esbirros, mercenarios.
Pesan sobre ella, crímenes. Una joven adolescente es su rival; todos ya conocemos cómo su belleza eclipsa el mundo de la Reina. Y todos ya sabemos que allá, abajo, está El Bosque. Por esos caminos, un día, un príncipe. Y el deseo, el apetito voraz, lujurioso, de la Reina.
Y los enanos. Y ya no encontraremos aquí a los pequeñuelos que cantan cuando regresan de sus laboriosas tareas. Ellos se dedican aí Oh! ¿ Qué diría Disney...?. Y más aún, ¿quién despierta a quién, con el beso en esta historia?.
Sí, en esta historia, delirante y kitsch, en la que una reina despótica humilla con sus impuestos, gravámenes a todo un pueblo, hambreado, que está hundido en la miseria, en la enfermedad. Y la tierna Blanca Nieves esperará pasivamente despertar del hechizo. Cuántas transgresiones que, quizá, ya estaban insinuadas en los mismos cuentos y que las lecturas establecidas, oficializadas, se negaban a escuchar.
La banda sonora, todo un hallazgo, lleva la firma de uno de los creadores de los nuevos musicales de los films de las últimas grandes obras de los estudios Disney, tales como " La Bella y la Bestia", "Aladdin", "La Sirenita". Su nombre, Alan Menken. Y en sus musicales, sus personajes, a través de sus partituras, aman, sueñan, se enfrentan, desean, aspiran a ser libres.