La hoguera de las vanidades
Si bien el relato conserva la estructura básica del clásico infantil y toda su axiología mas o menos implícita: una separación absoluta entre el Bien y el Mal, una actitud condenatoria hacia personajes que muestran una sexualidad activa y natural, etc. no obstante se permite ciertas libertades que resultan interesantes y de gran eficacia en el resultado cinematográfico. En este campo, caben destacarse, por un lado, la competencia entre la madrastra y Blancanieves por la atención sexual del príncipe y, por el otro, una propuesta estética altamente sofisticada en cuanto al diseño de los vestuarios, los decorados, etc.
Uno de las grandes ideas que ha tenido la producción ha sido la de contratar a Julia Roberts para el personaje de la muy malvada, pero bellísima, madrastra de Blancanieves. La actriz norteamericana tiene la virtud de hacer del personaje un ser creíble y patético, y al ser una actriz de tremenda popularidad, no es difícil para el espectador identificarse conflictivamente con ella y con sus objetivos. Su propia belleza la hace creíble, y su simpatía y naturalidad la hacen querible. Es interesante, además, contrastar la caracterización que se hace de la reina como una persona de compleja y avasallante sexualidad, en oposición a la candorosa e ingenua Blancanieves e incluso en oposición casi del mismo príncipe. De allí que el comienzo de la película se plantea como la historia de la madrastra.
Caben destacarse, por supuesto, todas las labores secundarias, particularmente las de Nathan Lane y las troupe de los enanitos que acompaña a Blancanieves en su intento de enfrentar a la madrastra para recuperar la felicidad del reino y salvar al príncipe. El relato está muy bien logrado y matizado con pequeñas situaciones cómicas de gran eficacia que mantienen entretenidos tanto a los niños como a sus acompañantes.