En la era de las franquicias animadas el estreno de una película con una historia original es un hecho para celebrar. Pero lo de “original” queda rápidamente relativizado al ver que Espías a escondidas es un reciclaje de tópicos tomados de la saga de James Bond con el agregado de un coprotagonista adolescente (un típico nerd icomprendido) y algunos elementos sueltos (de los films sobre la yakuza japonesa, por ejemplo). El resultado es una propuesta visualmente atrapante y narrativamente vertiginosa que cumple con lo que promete, pero que al mismo tiempo no agrega absolutamente nada al universo creativo de la animación contemporánea. Puro profesionalismo.
Lo mejor del film (y que probablemente no pueda ser disfrutado en la inmensa mayoría de las funciones que serán en copias dobladas al español) son las voces originales de Will Smith como Lance Sterling, un super espía de cuerpo escultural que viste siempre un impecable esmoquin y suele trabajar solo en las misiones más peligrosas; y Tom Holland como el torpe Walter Beckett, un geek (egresado del MIT a los 15 años) que ha quedado solo tras la muerte de su madre policía y es un auténtico genio a la hora de inventar todo tipo de gadgets para aplicar en el terreno del espionaje. Todo servido para una buddie movie en la que el entusiasta joven intentará convencer al cínico adulto de que no hay nada mejor que trabajar juntos y en equipo.
Personajes que son convertidos en palomas, un malvado llamado Killian (la voz de Ben Mendelsohn) que tiene 1.000 drones a su disposición para aniquilar a espías por todo el mundo y -claro- muchas peleas cuerpo a cuerpo o persecuciones a toda velocidad... Eso es (ni más ni menos) lo que propone una película impecable en su acabado técnico, pero hecha con el manual del género (piensen también en la saga de Misión: Imposible) del que solo se sale con algunas bienvenidas irrupciones de humor negro.