Police torture.
Una nueva entrega de esta saga torture, hablamos de Saw, ya se encuentra disponible en las salas de cine de nuestro país. Con un Chris Rock asumiendo el rol protagónico, además coescribir el guion y declararse fan de la franquicia gore, que tuvo sus inicios en el 2004, en ese momento dirigida por James Wan. Aquí Darren Lynn Bousman, se pone tras la cámara para ofrecer un nuevo punto de vista de esta historia, legado del temerario Jisaw.
Nos encontramos con el detective Zeke Marcus, hijo de una legendaria figura en el ámbito policial (Samuel L. Jackson); que a su vez debe lidiar con el repudio de sus pares por un conflicto interno ocurrido años atrás. Con un compañero novato a su cargo, Zeke deberá comenzar a desentrañar una ola de asesinatos que involucra solo a policías. Crímenes atroces y virulentos con el sello del señor de los espirales rojos, al que le gusta jugar fuerte.
¿Hay acaso un nuevo admirador de Jisaw? ¿Por qué los crímenes ocurren tan cerca de Zeke? ¿El asesino juega con él? Estas son algunas de las preguntas que surgen por parte del protagonista, y del espectador, que se irán develando de a poco a través de un relato, que si bien ostenta los típicos juegos de porno torture a los que nos tiene acostumbrados la saga, cuesta creer las motivaciones y dramas de los personajes; el conflicto argumental.
Pequeños detalles (que no son tan pequeños), que restan verosimilitud a la historia, como por ejemplo la voz grabada del asesino que no causa ningún tipo de temor. Más difícil aún es tener empatía con Chris Rock, entre morisquetas y una actuación poco natural, con la falta de la cadencia dramática que necesita el género. Sumados unos giros narrativos donde sobreabunda el lugar común y no hay chance para el factor sorpresa.
A Rock lo tenemos asociado con la comedia. Aquí tiene una oportunidad de demostrar su versatilidad al encarnar a un detective duro, que carga drama a sus espaldas, pero lamentablemente resulta fallido. No lo acompaña tampoco el guion ni el tempo narrativo. Llega un momento que la historia pierde interés, ya no nos importa saber quién es el responsable de la sangría, ni tampoco la sofisticada y brutal mecánica de los asesinatos. Más que terrorífico, triste y agotador.