Desde la legendaria Saw (2004), estrenada en Argentina como El juego del miedo, pasaron muchos años y con este nuevo estreno se suman ocho películas. La primera es parte de la historia del cine de terror, las demás son variaciones más o menos logradas de esa idea inicial, pero ninguna a la altura de la premisa y la sorpresa que consiguió el film de James Wan.
La idea, para los que no conocen esta franquicia, es que el villano pone a sus víctimas en una situación en la que solo podrán escapar de la muerte sin son capaces de automutilarse. Deben ceder para ganar, deber perder mucho para mantenerse con vida. Hay variaciones de esta premisa, pero ese es el centro.
Esta ramificación de aquel film, con el villano ya muerto, es más bien un policial de asesino serial donde los espectadores somos testigos de los horribles crímenes aun cuando la narración sigue a un detective que no es testigo de estos, sino que los investiga. Una licencia de punto de vista para servir a dos amos, a la franquicia y a la trama del policía, interpretado por Chris Rock, mucha estrella tal vez para esta clase de films. Rock, declarado fan de las películas, es también uno de los productores.
Rock interpreta a Zeze Banks, un detective de estilo muy particular con algunas cuentas pendientes con el departamento de policía. Empieza a trabajar con un nuevo compañero, William Schenk (Max Minghella) y ambos deberán investigar el crimen de quien resulta ser un policía. Ese crimen es la escena inicial de la película, una formula que ya vimos en otros films de Saw.
A su vez, el padre de Zeze es el policía retirado Marcus Banks (Samuel L. Jackson), quien le recuerda el pasado complicado con el resto de la jefatura. Hay muchos cabos sueltos y los asesinatos tal vez no sean como los que llevaba adelante el Jigsaw original. A los usos de la película son igual de sangrientos y truculentos, pero montados, pero sin exceso, al menos no para los seguidores de estos films. Lo que no vieron nada de esto, el consejo sano es huir.
Chris Rock funciona en las escenas iniciales donde tiene un poco de espacio para desplegar un humor cínico de detective desencantado, pero cuando la pesadilla se desata su rostro y su forma de actuar no llegan ni lejos de lo necesario que requiere el personaje. Pone caras de espanto y la película utiliza recursos muy tontos para subrayar su alienación, pero nada de eso sirve.
Habiendo heredado una franquicia, Espiral: El juego del miedo continúa se desmarca del bloque general del género porque es fácil de identificar. Pero más allá del formato de los crímenes no tiene ningún aporte nuevo al género, porque la trama central es un policial salpicado, en todo sentido, por el cine de terror. Muy mal casting y una trama con un remate muy insatisfactoria y previsible, esto último muy malo porque la película jugaba al misterio. A diferencia del film del 2004, no hay sorpresa posible en los últimos minutos.