El horror aquí está convocado por una leyenda nativa norteamericana, que alude a un ser vengativo, pero también está presente en ese pueblo oscuro de Oregón, donde temas tan terribles como la droga, el alcohol, los abusos intrafamiliares y una gran crisis económica hacen estragos. Un niño retraído, víctima de bullying, desprolijo, desnutrido llama la atención de una maestra que recién ha regresado al pueblo. Lo que le ocurre al niño parece haber sido naturalizado por los demás. Lo cierto es que el padre de ese pequeño, un gran trabajo de Jeremy T. Thomas, ha sido sorprendido en una mina abandonada, donde cocinaba anfetaminas, por un ser monstruoso, una suerte de ciervo y humano (de ahí el título original “Cuernos”). El ataque significa transformarse en esa criatura infernal. En sus momentos de lucidez le pide a su hijo que lo mantenga encerrado y que lo alimente con animales. Pero claro, todo se desmadra. Entre los hermanos adultos del argumento y los más pequeños, casi en un deforme juego de espejos, se juegan los datos para entender sociedad de la Norteamérica profunda. Sobre un cuento corto de Nick Antosca, que es uno de los guionistas, el director Scott Cooper (que escribió también junto a con C. Henry Chaisson) le imprime su sello, con una fotografía oscura y adecuada y un buen trabajo de los actores Jesse Plemons y Keri Russell. La película tiene también el estilo de uno de los productores, Guillermo del Toro. Terror de muy buen nivel.