Río Tercero es una ciudad de la provincia de Córdoba, localizada a unos cien kilómetros al sur de su capital. Por conocimiento del lugar, es posible afirmar que se trata de una localidad relativamente pequeña (40.000 habitantes) y que no tiene ni el glamour de la Capital ni la opulencia de Río Cuarto, de la que dista otra centena de kilómetros. Se trata de un enclave industrial, que otrora contó con una cierta pujanza gracias a la presencia accionaria, en su momento, de Fabricaciones Militares, no sólo en la planta elaboradora de explosivos sino en varias compañías químicas, como Atanor y Petroquímica Río Tercero. Esquirlas está compuesta mayormente por filmaciones caseras, realizadas por la ahora directora Natalia Garayalde, siendo muy joven y a mediados de los ‘90, en los suburbios de Río Tercero. Todo comienza de manera simple, amigable. La propia Garayalde, en off, nos relata cómo está compuesta su familia (padre, madre, dos hermanas mayores, un hermano). Provista de una cámara Sony de 8mm se visualizan los típicos registros de situaciones cotidianas, que se mezclan con parodias a cargo de los chicos. En particular, los de la fiesta de fin de año 1994 que como la directora indica fue “la última en que me animé a dormir sola”. Y que preanuncia la terrible explosión del 3 de noviembre de 1995, que provocó la caída de unos 20.000 proyectiles sobre una ciudad de casas bajas y cercanas a la planta, como la de los Garayalde (a apenas 300 metros de distancia) . Ahora vemos grabaciones de los primeros minutos de aquel horror, nos sumergimos en un apocalipsis de desesperación, destrucción y humaredas oscuras que terminaron cubriendo la ciudad para siempre. Garayalde presenta registros de los días posteriores, con el padre ayudando a encontrar proyectiles que terminan explotando de golpe y contaminan a los sobrevivientes, por el fósforo blanco que contiene, y cómo tratan de salir adelante su familia y sus vecinos. Además, y en menor medida, intercala fragmentos de notas periodísticas en las que el presidente argentino Carlos Menem asegura que se trató de un accidente y no de un atentado. El uso del material de archivo personal remite a otros ejemplos de documentales argentinos recientes, como El silencio es un cuerpo que cae, de Agustina Comedi. De hecho, ella figura como asistenta de guion. Al igual que en el notable film de Comedi, Garayalde consigue hablar tanto de su situación personal como trazar un fresco de cómo funcionaba la Argentina del período que retrata. En este caso, con las maniobras oscuras por parte de las altas esferas (venta ilegal de armas), y los miedos y la incertidumbre que quedan para los ciudadanos. Esquirlas es una crónica desde el ojo del huracán, un relato de madurez y una prueba de los alcances de la corrupción política.
Mar del Plata 2020. Hubo un film que –tal vez inesperadamente– fue cosechando comentarios entusiastas en redes sociales y terminó ganando el Premio a Mejor Dirección de la Competencia Argentina: Esquirlas, de la cordobesa Natalia Garayalde. Cierta agitación provoca ver este documental que recuerda el estallido de la Fábrica Militar de Río Tercero (pcia. de Córdoba) en noviembre de 1995, el cual, además de provocar siete muertos y centenares de heridos, desnudó oscuros intereses en juego, políticos y empresariales. Recuperando material audiovisual registrado siendo niña, al que suma breves reflexiones en off, Garayalde logra un modesto pero potente ejercicio sobre la memoria y el dolor colándose entre las mezquindades que campearon en los ’90. Si al comienzo asoman inocentes estampas familiares y marcas reconocibles de la época (Cablín, MTV, la pasión por el VHS, una inefable noticia al pasar sobre Zulemita Menem), tras las estremecedoras imágenes de las explosiones y el posterior desastre Esquirlas va adoptando una visión crítica y lúcida sobre ese “lamentable accidente”, tal como lo define en un momento un sonriente y atildado Carlos Menem. El film va entonces de un juego infantil remedando un noticiero hasta significativas declaraciones de los pobladores a auténticos periodistas. “¿Qué poder tiene la gente para tomar decisiones ante tanta acumulación de poder económico?” es un interrogante que formula el padre de la directora y que resuena, una y otra vez, mientras algunas personas se enferman sospechosamente y los juicios no prosperan. El segmento reservado por Garayalde para el desenlace es, indudablemente, uno de sus grandes aciertos. Como Adiós a la memoria y Retiros (in) voluntarios, de Sandra Gugliotta –que tuvo su estreno fuera de competencia y sobre la que escribimos aquí–, Esquirlas es también un film sobre la figura paterna y la fragilidad de la sociedad civil ante los poderes económicos, no sólo en Argentina.
Esquirlas tiene un valor testimonial único e impactante gracias a un íntimo legado familiar. Muestra la mirada de un niño ante la tragedia pero también nos proporciona una mirada adulta cuando se transforma en un relato catártico sobre una herida que todavía no cierra y sobre una Argentina que no queremos; la de la muerte, la impunidad, las mentiras, la desidia y el dolor.
La crónica de Natalia Garayalde sobre una explosión anunciada Un potente y soberbio documental sobre la explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero (Córdoba), ocurrida en 1995, donde una historia personal se vuelve colectiva, marca el auspicioso debut de Natalia Garayalde. El 3 de noviembre de 1995, en Río tercero, una ciudad cordobesa con más de 40.000 habitantes, todo ocurría con la misma normalidad de siempre. Pero promediando la mañana una "tragedia" cambiaría para siempre la vida de todos. En la Fábrica Militar, ubicada a tan solo doscientos metros del límite del área urbana, una serie de explosiones, terminaron con la vida de siete personas, causaron más de 300 heridos y provocaron secuelas en el resto de la población. Esquirlas (2020) es la crónica del antes, durante y después de lo que años más tarde se probó como un hecho provocado para encubrir el contrabando de armas a Ecuador y Croacia realizado durante la primera presidencia de Carlos Saúl Menem. Garayalde construye su ópera prima casi en su totalidad con material familiar grabado con una cámara de video que su padre había comprado para uso personal un tiempo antes. En 1995 apenas tenía 12 años, filmar para ella era un juego y su punto de vista de una inocencia que se contradecía con la realidad. La estructura narrativa se centra en tres etapas que muestran la vida familiar antes de la explosión, el durante y los días sucesivos, y finalmente el después, a través de las secuelas tanto psicológicas y físicas que provocaron un cáncer terminal en su hermana mayor y más tarde en su padre. Veinticinco años después de los acontecimientos que le cambiaron la vida para siempre, Garayalde logra plasmar ese registro personal en una obra de un valor inconmensurable, no solo desde lo periodístico (donde en muchos momentos del material ella juega a ser la cronista de un noticiero) sino también desde lo cinematográfico articulando un relato de una potencia tanto visual como narrativa que deja al espectador shockeado. En Esquirlas, que en muchos aspectos tiene puntos de contacto con El silencio es un cuerpo que cae (2018), de Agustina Comedi, también involucrada en este proyecto, toma una historia personal, la suya y la de su familia, quienes un día tenían una vida y en un instante les cambió para siempre, y la convierte en colectiva, porque su historia también podría haber sido la de cualquier otro habitante de una ciudad a la que hicieron volar por los aires para encubrir a un gobierno corrupto.
El filme ganador a mejor dirección en la competencia Argentina del festival de Mar del Plata del 2020, podría pensarse como, parafraseando al genial L.A.Spinetta, “LOS LIBROS DE LA BUENA MEMORIA”. (Aclaro que por el titulo, no por la letra de la canción). Pues Natalia Garayalde, su directora, utiliza material de archivo propio, registros