Un condenado a muerte se escapa
Jerzy Skolimowksi es un artista obstinado. A veces elige pintar. Otras veces se desliza a la perfección en la piel de un actor. Y cuando decide ponerse detrás de la cámara, es incapaz de hacer otra cosa que grandes películas. Essential Killing es el fruto monstruoso del cruce entre su radicalidad autoral y la eficacia de una película de acción. Un torturado que se escapa, un hombre que intenta salvar su pellejo, un fugitivo que se va deshumanizando mientras es perseguido por un grupo de soldados americanos en un paisaje siberiano impávido y hostil. El personaje, la película y el cineasta despliegan un extremismo explosivo.
Las etapas de la aventura se suceden casi sin palabras, con una increíble fuerza primitiva. No saber nada es una excelente condición para experimentarlo todo. Los datos históricos y geográficos están genialmente cifrados y se transmiten con un mutismo explícito y deslumbrante. Los procedimientos de tortura podrían ser los de Guantánamo, el decorado evoca la montaña afgana y el fugitivo resulta ser un Vincent Gallo irreconocible que entrega una impresionante performance masoquista. Skolimowski filma a la víctima expiatoria con una curiosa mezcla de distancia y empatía. El cineasta nos hace compartir el calvario del fugitivo, recurriendo por momentos a la cámara subjetiva, pero se desentiende de toda psicología. Desconocemos la identidad del talibán (recién en los créditos finales sabremos que se llama Mohammed) y sus pensamientos son accesibles sólo a través de acciones que parecen dictadas por impulsos: el miedo, el hambre, el frío, el cansancio y la desesperación. La elección de Gallo como personaje principal favorece la identificación, el chasquido de sus pasos sobre la piedra o la nieve genera la impresión física de estar participando del caótico recorrido junto al magnético protagonista.
La ausencia de interioridad sólo se ve amenaza por algunos pocos flashbacks tan inútiles como toscos. De todas maneras, estas torpes evocaciones y algunos momentos en los que la violencia sistemática se torna casi gratuita, se diluyen con el tiempo en una película que persiste como un bloque helado y cristalino. François Truffaut decía que no hay buenas o malas películas, sino simplemente directores buenos y malos. Jerzy Skolimowski es uno de los mejores cineastas del mundo y cada una de sus películas está habitada por la misma energía nerviosa que durante mucho tiempo liberó sobre los cuadriláteros como boxeador aficionado.
La puesta en escena de Essential Killing tiende a la abstracción, con sus acantilados desnudos y sus bosques nevados. El agudo sentido del espacio le permite al director extraer de estos escenarios casi irreales, planos de una belleza inquietante. El mártir musulmán (que da pasos paradójicamente crísticos) cambia su uniforme de preso por uno naranja y luego por otro blanco que se ensucia rápidamente con barro y sangre. El personaje pierde el color y la vitalidad hasta fundirse de nuevo en el paisaje. Por momentos las imágenes convocan el universo Anselm Kiefer, el artista plástico alemán que anuncia la desaparición del hombre con la misma audacia y destreza que el cineasta polaco. Este mundo violentamente privado de sentido lleva el rastro de los largos años que Jerzy Skolimowski le dedicó a la pintura. Para sobrevivir, el guerrero se transforma en el mismo material sus cuadros abstractos.