La supervivencia es lo que importa
Finalmente se estrena en el circuito comercial el ganador del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata de 2010: Essential killing, de Jerzy Skolimwski. El film es el traslado y huída de un prisionero, que queda varado en medio de un paisaje nevado y debe sobrevivir. Es eso, con mínimas explicaciones y palabras, pero es mucho más a partir de todo lo que deja connotar esa situación, en apariencia, misteriosa.
Hay muchas capas de interpretación más allá de que se puede sintetizar como los intentos desesperados de un hombre (interpretado por Vincent Gallo) por sobrevivir. El relato comienza “in media res”, en el medio de un hecho sin contexto alguno, donde nuestro protagonista huye desesperadamente a través de un cordón montañoso de, suponemos, Afganistán, aunque no sean las precisiones geográficas algo indispensable para comprender el film.
El continente, el territorio en el relato es el individuo y su entorno, cómo interactúa con ese entorno. Hay una construcción kantiana donde intuimos los elementos que se aparecen a priori, pero esta construcción no resulta completamente fluida y es más bien forzada para que aparezca la problemática moral que Skolimowski busca: en su huida desesperada escuchamos, antes de que nuestro protagonista mate necesariamente a un soldado norteamericano para emprender su huida, que tiene un hijo que nació recientemente; también vemos un intento desesperado que lo lleva a abalanzarse sobre una madre con su hijo y, sobre el final, vemos que el personaje femenino de Emmanuelle Seigner abre necesariamente la puerta a nuestro protagonista, tanto para acogerlo como para dejarlo ir.
En estas intuiciones que propone Essential killing, uno puede adivinar la presencia de un paradigma, pero desde lo cinematográfico exclusivamente es imposible que no nos resulte forzada de alguna manera la aparición de un perro o la caída de un árbol en una poco memorable secuencia
¿Dónde gana sin lugar a dudas la película? En la construcción visual de esa supervivencia, en subjetivas frenéticas, en la actuación física y cruda de Gallo, y en planos donde la inmensidad y la vacuidad del paisaje, con ese infinito blanco, terminan redondeando la desolación que experimenta el ser humano, sea terrorista, revolucionario o político. En todo caso, un film atendible.