Un talibán en la nieve
Con un estilo muy particular el director polaco Skolimovski nos introduce en la piel de un talibán que es capturado por los militares de EE.UU. en Afganistán y logra huir de un centro secreto de detención en Europa.
Los bosques nevados, en una especie de cuento de hadas pero sin magia donde el peligro acecha silencioso en la naturaleza, es el escenario donde el protagonista emprende su huida. Así como en Viven, el núcleo del relato se centraba en la odisea de los sobrevivientes, aquí el centro del film será el relato de dicha huida.
Filmada con mucho detallismo, en un registro muy realista y casi sin diálogos, procura mostrar visual y visceralmente lo que el protagonista debe padecer para sobrevivir en un entorno hostil (desorientado, confuso, famélico y descalzo en la nieve) y perseguido por sus captores.
La majestuosidad de los bosque nevados y la muy buena interpretación de Vincent Gallo en el papel de este prófugo que se va mimetizando con su entorno, con el salvajismo de los paisajes y convirtiéndose en un animal más que habrá de ingeniárselas para sobrevivir a toda costa, son los elementos que hacen que el espectador más que compenetrarse en el relato lo contemple.
Un relato de desarrollo lento que con cámaras subjetivas y muy buen uso de los planos generales observa sin juzgar un hombre, cuya imposibilidad de comunicarse y desesperado por sobrevivir, debe recurrir a la violencia, aun cuando ésta deba alcanzar a personas que no representen para sí mismo una amenaza a su libertad.
Pero a pesar de la tragedia y lo imponente de la puesta, la narración introduce desvíos que rompen con el realismo (las alucinaciones por ejemplo) y por momentos desconectan al espectador de la tragedia.
Una pequeña historia sobre el instinto de supervivencia de un fugitivo que huye a ninguna parte y cuyo final condice con la realidad.
PD: Aunque su director lo niegue, una suave crítica política está presente. Ya que nos pone en la piel de un enemigo colectivo (flashbacks que explican el pasado del protagonista, flotando entre rituales y una voz densa que reitera “Todo sea por Alá”) y nos desafía a medir hasta dónde puede llegar nuestra empatía por ese ser humano.