El gran director polaco Skolimowski, a quien se lo puede ver en Los vengadores en un papel menor, en su impugnación de la política exterior estadounidense no está muy lejos de hacer un Rambo arty de izquierda.
Essential Killing, de Jerzy Skolimowski, un film que parece despertar adhesiones incuestionables, merece, naturalmente, ser discutido. ¿Qué es exactamente? Según Skolimowski, una meditación sobre el devenir animal de un ser humano.
Conceptualmente abstracta y formalmente elegante, Essential Killing consiste en la persecución, captura y escape de un posible talibán (aquí legítimamente humanizado) frente a un grupo de soldados americanos cumpliendo órdenes y siguiendo el procedimiento habitual frente a casos semejantes.
Vincent Gallo, el talibán en cuestión, no hablará en toda la película, pero su interpretación física –se dirá- resultará admirable. ¿Lo es? Quizás. Gallo corre, soporta un par de torturas (casi siempre en planos generales), sobrevive a un accidente automovilístico y a una caída en un río congelado. También comerá hormigas, degustará la corteza de un árbol y se alimentará de la teta de una madre. En su devenir salvaje tendrá un par de recuerdos, flashbacks espantosos que, de no estar firmados y filmados por Skolimowski, resultarían un escándalo ante cualquier mirada entrenada. Así, Gallo, nuestro talibán sin nombre y habla matará para sobrevivir hasta que una mujer se convierta en su ángel de la guarda; luego cabalgará en la nieve y el misterio y la alegoría cerrarán la película.
No faltarán quienes sostengan que Essential Killing es un film visceral, radical, políticamente astuto. A mi juicio, se equivocan. La trivialidad filosófica del film consiste en postular un estado de naturaleza alterado por la vileza de la guerra y la barbarie estadounidense; en ese sentido, el carácter kitsch de los flashbacks es el correlato invertido de la transformación del fugitivo en una entidad animal que huye y quiere perpetuar su vida. Su indolencia política consiste en proponer un modelo abstracto y ahistórico del conflicto. Es un film sin tiempo y sostenido en obviedades y vaguedades. El plano en el que trasladan en un avión a varios prisioneros mientras que un soldado camina y los patea no revela grandes sutilezas sino la repetición mecánica de un imaginario. No obstante, el responsable de la genial Barrera y la interesante Cuatro noches con Ana, es capaz de componer una gran secuencia en donde unos perros salvajes rodean al fugitivo, o un construir un gag cómico gracias a la idiotez intrínseca de un GPS. Y no mucho más.