Terror al estilo de El bebe de Rosemary
Es ya un clásico de la cinematografía norteamericana: apenas un film se convierte en éxito de público, algún productor comienza a pensar en una remake. Y ése es el caso de este film que en 1974 rodó Larry Cohen. La historia comienza cuando Leonore, una aplicada estudiante que ama la poesía del siglo XIX, queda embarazada de Frank, su novio de toda la vida.
Ambos se instalan en una bastante lúgubre casa para esperar el nacimiento del hijo, pero cuando ese momento llega en la sala de partos donde es atendida la madre, son inesperadamente asesinados el médico y las enfermeras. No hay rastros del asesino y la policía trata inútilmente de dilucidar el misterio, mientras Leonore y Frank llevan al bebe a su hogar. Sin embargo, ese bebe es completamente distinto de los demás, aunque la madre trata de restarles importancia a sus extrañas conductas (desaparece de su cuna, le muerde el pezón, devora una paloma que estaba en la ventana).
Por pedido de la policía, es atendida por un psicoanalista que, en una de las visitas a su casa, es horriblemente mutilado, y de allí en más ese bebe -con bastantes similitudes con el creado por Roman Polanski para El bebe de Rosemary - se convierte en un pequeño monstruo que mata sin piedad a una pareja amiga de los padres y a un policía. A estas alturas ya quedan muy pocos personajes por desaparecer del elenco, y entonces el guión se centra en la necesidad de Leonore de cuidar a ese ser maligno.
El director Josef Rusnak logró, sobre la base de un guión bien armado, crear un clima terrorífico sin caer por ello en lo demasiado sangriento, y así el relato va logrando tensión hasta un final tan dramático como imprevisto. Los buenos trabajos de Bijou Phillips y de James Murray sostienen la trama con gran elocuencia, en tanto que los rubros técnicos se pusieron a disposición de esta anécdota que logrará entusiasmar al público adepto al espanto.