Rusnak no posee una gran habilidad para la puesta en escena pero a Está vivo le alcanza con las ganas para merecer no ser tan vapuleada.
Esta remake de un clásico de culto del año 1974 dirigido por Larry Cohen no es una buena película. Pero tampoco es tan mala como se dijo. Y no está de más hacerlo notar, aún con una película que se lanzó directamente a DVD en Estados Unidos hace dos años y que se estrena (o más bien se arroja en la cartelera) en Buenos Aires de forma incomprensible.
Muchos citaron las virtudes del original, como si Cohen –quien ya tiene una larga carrera en el cine de suspenso y terror, y sus últimos trabajos incluyen los guiones de Enlace mortal y Celular- no hubiera tenido nada que ver con el filme del 2008. Pero la verdad es que el realizador estuvo involucrado como co-guionista y algo se nota en cierto tono disparatado y desvergonzado del filme.
El director Josef Rusnak, quien tiene una carrera de mercenario cinematográfico –con títulos como El piso 13 o El arte de la guerra 2-, dirige esta producción norteamericana filmada en Bulgaria, con varios actores británicos intentando el acento estadounidense infructuosamente, con el mismo espíritu promovido por el guión. Nunca se toma demasiado en serio y no abusa de los efectos especiales. Es verdad que muy pocas veces logra transmitir una fuerte sensación de inquietud o miedo –que se supone que es el objetivo principal del género-. Pero es de destacar la intención de trabajar a partir del fuera de campo y la cámara subjetiva, aunque la mayoría de las veces sólo se quede precisamente en la intención.
Rusnak no posee una gran habilidad para la puesta en escena y los resultados que consigue son a lo sumo discretos. Por momentos, uno se pregunta para qué se filmó esta remake, lo cual es grave. Aún así, concreta un cierto equilibrio, apartándose tanto de la ceremoniosidad como del desgano. En un panorama extremadamente pobre, a Está vivo con las ganas le alcanza para merecer no ser tan vapuleada.