Por un puñado de dólares
Sentada frente a una periodista, Destiny (Constance Wu) recuerda que poco antes de la crisis financiera de 2008 no había mejores clientes para las bailarinas como ella que los corredores de bolsa y banqueros de Wall Street.
Al menos si podían alcanzar un lugar en los salones más importantes del bar de strippers donde trabajaba, algo que ella logró gracias a la mentoría de Ramona (Jennifer Lopez). Trabajando juntas consiguieron una estabilidad económica que Destiny nunca había conocido, pero por sobre todo logró forjar un lazo de amistad y compañerismo con todas sus compañeras que no creía posible antes. Una amistad que con Ramona inmediatamente fue más allá de lo laboral durante ese tiempo en el que el dinero dejó de ser una preocupación para ambas y pudieron lograr todo lo que aspiraban.
Pero como anticipan las preguntas de la entrevistadora, los buenos tiempos no duraron. La caída del sistema financiero las arrastró también a ellas y otra vez se encontraron a duras penas sobreviviendo.
Cansadas de pagar por los errores ajenos y desesperadas por el dinero que les permita llevar la vida que desean para sus hijas, inician un plan para estafar algunos de sus antiguos clientes que a pesar de todo no sufrieron consecuencias por sus manejos turbios.
Sororidad al desnudo
Decir que Estafadoras de Wall Street es una historia de crimen, o incluso del mundo de las strippers, sería quedarse corto. Por más que esa es la base de esta película, construye sobre eso dos protagonistas interesantes y facetados, cada cual con sus conflictos a resolver.
Con esos dos personajes centrales rodeados de un puñado de secundarias que no están solo de adorno, profundiza en una trama de hermandad entre personas que podrán ser diferentes pero tienen que enfrentarse a un mundo que las ataca de la misma forma. Sin idealizar la vida de la noche ni romantizar el delito, la directora logra empatizar con los personajes que propone, moviéndose en un continuo de grises para al mismo tiempo criticar y justificar algunas de sus acciones, pero por sobre todo para poner su realidad en su contexto y así entenderlo.
Porque solo entendiendo verdaderamente de lo que está hablando se puede reflejar con tanta potencia la dualidad de la vida que llevan, tanto antes como después de convertirse enEstafadoras de Wall Street, una parte de la historia que se siente más como su caída que como su triunfo, el momento donde la realidad pone a prueba todo lo que fueron y no salen muy bien paradas.
Sacándola del contexto de los bares de strippers, no deja de ser una historia sobre las penurias de una clase trabajadora que ve pasar fortunas pero apenas recibe algunas migajas si acepta mantenerse en un lugar de servidumbre, siempre al borde de la humillación donde la violencia simbólica es cosa de todos los días.
Además de la solidez argumental instaurada ya desde el guión, la agilidad con la que avanza la trama a lo largo de más de un período de tiempo específico se apoya en un montaje dinámico que no sobre-explica lo que narra ni recurre a largos diálogos cuando puede evitarlo, prefiriendo usar la imagen para decir lo que pretende. Una imagen que no cae en los lugares comunes que suelen tener las películas centradas en este mundo: aunque la mitad del tiempo hay en escena una mujer semidesnuda, solo se muestra sexualizada cuando el personaje lo pretende, desapareciendo cuando deja de ser fundamental. Y eso no impide que exista belleza en ese elenco de secundarias que completa la historia, pero en una industria donde correrse de los cánones hegemónicos parece ser un riesgo que nadie quiere correr, la diversidad de ese grupo y la naturalidad con la que se insertan en escena es algo que merece ser destacado.
Seguramente tiene que ver en esta mirada no solo su directora: buena parte de las cabezas de equipo que produjeron esta película son también mujeres con la voluntad de romper ese código establecido y hablar desde adentro de algo que entienden, imprimiéndole una intimidad y calidez a las relaciones entre ellas que es de lo más interesante que tiene para mostrar Estafadoras de Wall Street. Algo en lo que muchas veces fallan las películas que pretenden contar este tipo de historias, creyendo que alcanza con poner un elenco femenino frente a la cámara para considerarse progresistas o feministas.