Robert De Niro en su mejor nivel
Hacía tiempo que no veíamos al actor de Casino (1995) en un papel acorde al gran nivel que posee. En Están todos bien (Everybody's Fine, 2009), donde interpreta el mismo rol que hiciese Marcello Mastroianni en el film Stanno tutti bene (1990), de Giuseppe Tornatore, vuelve a su mejor forma en años, demostrando una vez más, que es el actor contemporáneo más sobresaliente de la meca del cine.
Frank (Robert De Niro) es un jubilado viudo que espera a sus hijos para una cena familiar. A última hora, todos le cancelan y Frank decide armar las valijas e ir a visitarlos uno a uno. En ese viaje descubrirá que no sólo los kilómetros lo distancian de su hijos sino también los problemas de comunicación que arrastran de hace años.
Están todos bien es una remake libre del film que el italiano Giuseppe Tornatore realizó en 1990, justo después de Cinema Paradiso (1988) llamado Stanno tutti bene. Si bien aquella película se centraba en el personaje de Matteo (Marcello Mastroianni), que al visitar a sus hijos va luchando con los fantasmas del pasado que lo acosan, con toques surrealistas incluidos; Están todos bien se plantea como un drama de familia disfuncional, donde el tema de la comunicación reúne el peso dramático de la historia.
Frank trabajó toda su vida en una compañía telefónica recubriendo los cables de comunicación de poste a poste. Su objetivo de tan arduo trabajo, era que sus hijos cumplieran sus objetivos, razón que justificaba el sacrificio. Pero esos mismos cables que unían tantas comunicaciones –y con ellas kilómetros de distancia- funcionan como metáfora paradójica de la incomunicación de Frank con sus hijos.
El film está articulado a partir de la visión de Frank, el espectador accede a la información a través de él. Pero no toda la información llega tan espontáneamente a Frank, siendo él todo un técnico en asegurar las comunicaciones entre personas. Algo se esconde, algo no se dice entre sus hijos y él. Hay cuestiones ocultas que se irán revelando con el transcurso de la trama.
Robert De Niro interpreta con maestría a este jubilado viudo y sin sueños que no supo terminar de comprender a sus hijos. Este actor sesentón se carga el film al hombro expresando todo lo que le sucede en su rostro, en sus gestos y movimientos. Hay escenas que se resuelven con un primerísimo primer plano del gesto de Robert De Niro, suficiente para transmitir sensorialmente todo lo necesario para conmover a la platea.
El actor de Buenos Muchachos (Good Fellas, 1990) regresa con este drama familiar a su mejor actuación en años, interpretando a un hombre común -no es un enfermo como en Despertares (Awakenings, 1990) ni un boxeador como en Toro Salvaje (Raging Bull, 1980)- pero es en ése pequeño rol que vuelve a explotar todo su potencial, demostrando una vez más, que no hay personaje sobre la tierra que no pueda interpretar. Nosotros, agradecidos.