Apocalipsis quizás
Este es el fin (This is the End, 2013) es una comedia de drogones enfrentando el fin del mundo, sí, pero antes que eso es un vistazo a las vidas privadas de sus actores. Este tipo de voyeurismo rige desde tiempos inmemoriales, porque nos gusta confirmar nuestras sospechas acerca de cómo son en realidad las celebridades. Por otra parte el hecho de que Seth Rogen, James Franco, Jonah Hill, Jay Baruchel, Craig Robinson y Danny McBride se hagan llamar por sus nombres sin necesidad de establecerse como personajes es una forma de admitir que sus personalidades ya son pura ficción.
La película comienza con Rogen y Baruchel (no se preocupen por no conocerlo, ése es el chiste de su personaje) en Los Ángeles, yendo de fiesta a la fortaleza de Franco, donde abundan las putas y los cameos. La primera media hora podría pertenecer a cualquier otra comedia de Judd Apatow. Entonces comienzan los terremotos, Hollywood arde en la distancia y se abre un agujero infernal en el jardín, tragándose a la mayoría de los invitados y confinando a la muchachada estelar en la mansión.
¿Qué es lo que está ocurriendo? Uno opina que es el apocalipsis. Otro busca una explicación más racional. Otro dice que debe ser porque cierto equipo de básquet ganó un partido. No importa. La película está tan comprometida con el fin del mundo como sus personajes, y sus personajes se la pasan peleando por dónde duerme cada uno y quién se queda con la única barrita de chocolate y a quién le toca salir a buscar provisiones.
Parte de la razón por la cual esto funciona tan bien es porque la red relacional del grupo está tan bien establecida y provee una eterna fuente de conflicto y comedia. Franco está obsesionado con su amistad elitista con Rogen, Rogen ampara al cuatro de copas Baruchel, Baruchel se intimida por la zalamera amistad de Hill, Hill se alegra con delegar las excursiones peligrosas a Robinson y Robinson es demasiado agradable como para entrar en conflicto con nadie. McBride es algo así como el comodín del grupo: su “gracia” es que nadie se lo banca.
La película se construye sobre las recurrencias de hombres aniñados por el hedonismo de sus vidas y los no-problemas de la fama. La primera reacción del grupo ante la inminencia del apocalipsis es abarrotar la mansión con cinta adhesiva. La segunda es filmar la secuela de Superfumados (Pineapple Express, 2008), porque están aburridos. Luego contamos con parodias directas a El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968) y El exorcista (The Exorcist, 1973), películas siempre listas para dejarse violar por la cultura pop.
Los directores son Seth Rogen y Evan Goldberg, alias el dúo guionista de Super Cool (Superbad, 2007). Importan su extraña obsesión por los penes y el homoeroticismo, quizás porque sus personajes siempre tienen la madurez emocional de niños atrapados en la fase pulsional fálica freudiana. Eventualmente hacen una pausa clave para permitir un momento de ternura que redima el nihilismo de la película, aunque en este caso la película está tan poco comprometida con sí misma que se ríe de este momento.
Roger Ebert solía aplicar el Test de Siskel: “¿Es esta película más interesante que un documental de los mismos actores almorzando?”. La respuesta es que Este es el fin es tan interesante como el hipotético documental, y probablemente más graciosa. Es la mejor película que las imbéciles sectas humorísticas de Hollywood sacarán sobre sí mismas por un rato, al menos hasta que salga la nueva de Ron Burgundy.