El apocalipsis, ahora, está encantador
En su primer largometraje como directores, Rogen y Goldberg recuperan el espíritu delirante, desenfadado, provocador, lúdico y descontrolado de sus guiones para Super cool, de Greg Mottola; y Piña Express, de David Gordon Green.
Comedia sobre el fin del mundo, sátira sobre los tópicos (clichés) del cine de terror religioso (diabólico), autoparodia sobre la comunidad artística de Los Angeles (con hilarantes cameos incluidos), ensayo sobre los códigos, miserias y temores (lealtades y traiciones) de la amistad masculina, Este es el fin combina el tono de sketch a-lo-Funny or Die, ciertos elementos popularizados por la factoría de Judd Apatow, la celebración del descontrol de la saga ¿Qué pasó ayer? y la irreverencia cinéfila respecto de los géneros clásicos del cuarteto británico Edgar Wright-Simon Pegg-Nick Frost-Martin Freeman.
Lo primero que llama la atención de Este es el fin es que todos los personajes son actores conocidos haciendo de… ¡sí mismos! Seth Rogen recibe a su amigo (un inseguro de manual) Jay Baruchel y -luego de una buena dosis de drogas, alcohol y videojuegos- van a una fiesta organizada en su nueva casa por… James Franco. Mientras las estrellas de Hollywood (cobardes, neuróticas y narcisistas) se divierten, afuera se desata el apocalipsis. Sí, Los Angeles se convierte -literalmente- en el infierno.
Entre cameos extremos (véanse, por ejemplo, los de Michael Cera o Channing Tatum), bastante humor escatológico, algo de misoginia y mucha testosterona, los seis protagonista intentarán resistir el fin del mundo atrincherados en la mansión de Franco, entre múltiples referencias al cine de terror, de ciencia ficción y, claro, a la comedia negra a pura adrenalina.
Si bien ciertos aspectos sobre la adolescencia tardía, la incapacidad (o desinterés) por madurar resultan a esta altura un poco repetidos, Este es el fin trasciende el mero ejercicio de la comedia sobre “niños-grandes” al inscribirla dentro de una historia llena de adrenalina, sorpresas, enredos y delirios narrativos y visuales. Esa creatividad, esa desfachatez de la dupla Rogen-Goldberg, es la que hace de esta película una muy simpática y disfrutable experiencia, de implicancias… casi lisérgicas.