Una película de huevos
La sátira del comienzo sobre Hollywood, las estrellas y su particular estilo de vida es solo un entre, el umbral conocido y confortable mediante el cual la película nos introduce en algo distinto y muy parecido a una prueba, a una especie de experimento Kuleschov calibrado a la medida de la joven comedia norteamericana. La tesis que Este es el fin trata de verificar podría enunciarse así: una buena parte de la Nueva Comedia Americana, o por lo menos su producción más reciente, necesita solo de un puñado de buenos cómicos para existir, y nada más. Para hacer NCA no se requieren temas, historia, chistes o puesta en escena, alcanza con poner a dos o tres actores en escena frente a algún conflicto ridículo, incluso inverosímil. En cierta forma, estamos frente a un alarde interpretativo: estos seis tipos intentan hacer una comedia sin nada que no sea ellos mismos; ellos con sus manías, sus miserias y sus torpezas físicas. Como para dejar en claro qué es lo que se busca, Seth Rogen y Evan Goldberg no apelan a ninguna causa mínimamente creíble para aislar a sus protagonistas en la casa: lo que ocurre es ni más ni menos el fin del mundo, el Apocalipsis (recordemos: la NCA es eminentemente cotidiana, poco dada a explorar los confines de lo fanástico). Como en todo experimento, los resultados pueden ser disímiles: por momentos, la película confía demasiado en la capacidad de los actores para conseguir la risa casi sin materiales, y el ritmo se resiente. Pero la mayor parte del tiempo Este es el fin toma la forma de un verdadero punto de quiebre para la comedia estadounidense, como si lo que estuviéramos viendo fuera una suerte de El ángel exterminador en clave guaranga pero igualmente divertida. Lo radical de la propuesta de los directores puede ser leído como una reacción masculina y conservadora frente al copamiento del género por parte de las mujeres, que parecieran ir abandonando lentamente los modales de la comedia romántica para adquirir los hábitos escatológicos y brutales de los varones de la NCA. El reflejo, entonces, consiste en hacer una película donde lo que se juega no es (como queda establecido desde el comienzo) el destino del mundo, un ideal, ni siquiera la propia vida, sino la amistad masculina. Así, Este es el fin realiza un muy simpático reparto de roles de héroes y villanos en virtud de la comprensión que tenga cada personaje de la amistad y de los códigos (o de la falta de ellos) con los que opte por ejercerlo: los que no lo experimentan plenamente, o peor, los que lo traicionan, terminan siendo castigados. Este es el fin parece, además, la respuesta a otra película de amigos como Son como niños hecha a la medida de Adam Sandler y su obsesión por los deportes, la familia y el aire libre. Justamente, en el debut de Rogen y Goldberg no hay nada de eso: la historia transcurre en el encierro de una casa, no se perciben signos remotos de la familia (ni siquiera antes de la catástrofe), y el acto de patear enloquecidos por el miedo una cabeza arrancada por un monstruo es lo más parecido a un momento deportivo.
Cuando empiezan los temblores, el pánico y todo se viene abajo, cuesta un poco olvidarse de la sátira salvaje y entretenidísima que el guión venía repartiendo como latigazos sobre las caras jóvenes más reconocidas de la NCA (las apariciones de Michael Cera son luminosas). Los gags se suceden rápido, entran más por los oídos que por la vista (como siempre en la NCA) y el encanto de ver a actores famosos interpretándose a ellos mismos atrapa enseguida. Pero Este es el fin no es una sátira, otra película sobre Hollywood ni nada parecido al ya aburrido y automático “cine sobre el cine”, sino un ejercicio de estilo, una canchereada de un grupo de cómicos que quiso despojarse de todo y volver a las raíces: a los chistes malos, al humor físico, al uso y abuso de un mismo recurso (ver la escena de las acabadas con gestos), a la incorrección política (se habla explícitamente de violar a la única mujer de la casa) y al conflicto que quizás haya sido el motor de la NCA de los últimos años: la amistad entre hombres. Así, con ese arsenal dispuesto, los directores tratan de exorcizar las amenazas externas (la vida en familia, las mujeres) para poder seguir contando la misma historia de siempre: la de los machos urbanos de buen corazón que corren el riesgo de perderse por culpa de sus propias neurosis. Entonces, además de experimento, Este es el fin funciona como declaración pública por parte de sus realizadores acerca del cine que más les gusta y que quieren seguir haciendo.