Seth Rogen, junto a Catherine Keener, Paul Rudd, Zack Galifianakis, Maya Rudolph y Sam Rockwell (quizás estoy dejando a alguno afuera) sean probablemente los mejores comediantes para cine de las dos últimas décadas. Los orígenes son distintos pero la esencia es la misma, y aunque algunos tengan más técnica que otros todos aportan al hecho de estar frente a actores y actrices nacidos para la comedia. Son los que hoy atraen al público con ganas de reírse además de, claramente, establecer un código propio cuando trabajan juntos.
Hace rato, desde “Jackass” (2002) en adelante, algunos cineastas están viendo la mejor manera de utilizar los elementos del reality show para aportar con su realismo una nueva herramienta narrativa. El género más abordado es el del terror que por año saca cuatro o cinco producciones abusadoras del recurso hasta agotarlo.
En “Este es el fin” aparecen algunos de estos elementos y por primera vez parecen ser funcionales a un relato coherente. El primero de ellos es sacar de la ecuación a los personajes. Todo el elenco hace de sí mismo y se nos van presentando de a uno hasta conformar el grupo que llevará adelante la historia. Jay Baruchel llega a California y es recibido por Seth quién, luego de un paso por su casa, lo lleva a la fiesta que James Franco da para inaugurar la propia. Allí hay varios invitados, como Jonah Hill, Craig Robinson y hasta Emma Watson. Todo se desarrolla normalmente hasta que estalla la hecatombe y nos encontramos al mundo enfrentando el apocalipsis. A partir de allí veremos una suerte de parodia del cine catástrofe con elementos del cine de ciencia ficción clase B llevado magistralmente por Roger Corman hace mucho tiempo.
Sin olvidar que es una comedia, la dupla Evan Goldberg - Seth Rogen, encierran al grupo en una casa mientras todo sucede afuera con sospechas de zombies, monstruos y el propio Satán como presencias malignas esperando por sus víctimas.
“Este es el fin” funciona por el desparpajo con el que se abordan las situaciones. Al no tener que componer los actores se ven relajados y dispuestos a llevar todo en un registro delirante en el que abunda el humor negro, los efectos del gore que son utilizados varias veces como remates y, por suerte, con poco del ultra gastado humor escatológico.
Es cierto, para lograr el efecto deseado fue necesario salirse del esquema narrativo clásico a favor de una estética que respeta a rajatabla el lenguaje casi televisivo al que el público al que está apuntada esta producción está acostumbrado.