Party Hard
Hay algo admirablemente irritante en Este Es el Fin. Posiblemente sea la valentía de caminar lúdica y peligrosamente sobre la línea que separa a las virtudes de los defectos; o puede ser su extrema ambigüedad: ¿es una genialidad o un desastre? ¿Es una fiesta o una tortura? ¿Es un film fraternal o uno egoísta? O tal vez hablamos de su capacidad para imponerse en tanto objeto inasible, fácil de degustar pero difícil de comprender.
No hay componentes más allá del dinero y las ganas de divertirse. Sin embargo, allí surge uno de los grandes problemas de la película: Rogen, Goldberg y su grupo de indestructibles de la diversión (Franco, Hill, Baruchel, McBride, Robinson) no parecen preocuparse por fuera de sus propios deseos de pasarla bien. El acceso a Este Es el Fin es el mismo que el de las invitaciones a fiestas desconocidas vía Facebook: la entrada está asegurada, pero una vez dentro, cada uno debe hallar la diversión por su cuenta. Si la película se viste de fiesta pero ignora la importancia del espectador, ¿no hay desprecio disfrazado de amistad?...