Banalidad con plata
Hay que preguntarse qué resulta más irritante al terminar de digerir Este es el fin: que un puñado de actores que están en la cresta de la comedia norteamericana gasten dinero en una broma privada con pretexto de película autorreferencial o que hagan participe a un público consumidor de cualquier cosa de su falta de talento a la hora de pensar en algo parecido a una comedia guarra.
No es el exceso el problema mayor de este tour escatológico y absurdo con aire de película sino el despropósito de pensar que lo que ocurre en este film puede interesar a alguien más allá de a sus actores participantes y menos si las drogas que comparten entre sí no se distribuyen al espectador.
La premisa básica nos somete a padecer el encuentro entre el impresentable Jay Baruchel y Seth Rogen para devenir en una fiesta descontrolada en la casa de James Franco, lugar de reunión de otras tantas luminarias de la decadencia hollywoodense actual entre quienes puede destacarse una Emma Watson en rol ya terminé con Harmony y dejen de encasillarme o el propio Franco mofándose de su excentricidad intelectualoide cool que parece molestar a algunos en Hollywood.
Luego de todas las banalidades y las charlas inconducentes se desata el apocalipsis y la lucha por sobrevivir se complementa con la de la guerra de egos como parte de una alegoría barata y bastante estúpida del mundillo de las celebrities de medio pelo como éstas.
Los efectos visuales dan vergüenza, así como los infructuosos intentos de sacar algo en limpio de la galería de situaciones absurdas que incluyen sodomización y muertes de actores cuando la tierra se parte y caen a lo más profundo.
Deberían haber caído todos antes de que comenzara el film pero a veces la magia del cine nos juega estas bromas pesadas y las distribuidoras locales dan cabida a productos mediocres y sin sentido como éste.