Esteros

Crítica de Germán Morales - Proyector Fantasma

La vuelta al lugar feliz

La juventud, el despertar de la vida. Muchas de las cosas que pasan allí nos marcarán por el resto de la adultez. Para bien, para mal, la forma de percibir el mundo comienza allí y si bien no es absolutamente determinante, sí entrega el marco para continuar.
Para Esteros, su director Papu Corotto decidió continuar el camino del cortometraje “Matías y Jerónimo”(2015). Los personajes se llaman igual pero la idea de la amistad de infancia se expande a algo más concreto que lo que el corto muestra. Este trabajo se intercala entre el pasado y el presente, y ahí hay una distancia marcada por el paso del tiempo y por la radicación de Matías (Ignacio Rogers) en Brasil.

Más allá de los deseos, las personalidades están muy claras. Uno lleva su vida como quiere; Jeronimo (Esteban Masturini) hace muñecos para locales, escribe guiones y es abiertamente gay en Paso de los Libres. Mientras tanto, Matías vive en Brasil con su novia, trabajando en un proyecto relacionado con la soja puramente por plata y no por la vocación.

El bello paisaje de Los Esteros es un protagonista más. Es el escenario en el cual la infancia de Matías (interpretada por Joaquin Parada) y Jerónimo (Blas Finardi Niz), muestran sus inocentes juegos que irán tomando otro color. Ahí, en ese lugar, tomando en cuenta lo técnico y lo narrativo, el film brilla. También en la dirección y en elección de los planos, para fortalecer el eje de la corporalidad de los actores.

La continuidad y la química entre las dos parejas de actores es uno de los puntos fuertes, aunque la incomodidad de esos silencios claves se expresa demasiado tosca. Se trata de una historia de amor sin sorpresa, es una película que muestra el camino y no se desvía, por eso puede funcionar demasiado tanto para el cine gay, o para el género romántico y no para los de afuera. La musicalización (con el tema de los Charros como central) fue acertada para mostrar su objetivo.
Esteros se encuentra llena de simbolismos para los protagonistas, se centra en ellos y más en su sentir. Nada de lo que interponga entre los protagonistas y el paisaje, tiene sentido en la película.

Mucho de ese juego que suele tener el cine gay de los últimos años, marcado en directores como Marco Berger, se hace más que elocuente. De alguna forma, Esteros suena a algo muy familiar y por eso resta.

Sin embargo, lo simbólico del trabajo lo hace redondo y eso juega a favor. El guión no hace agua en su objetivo central, y si bien parece un poco brusco el desarrollo de la escena más importante, también muestra que el deseo explota aunque el consciente no quiera. Es impulsivo y contradictorio.

Esteros es un trabajo simple pero necesario para entender, que a veces,en la vida, no hay dar tantas vueltas cuando algo está ahí. Y menos con el amor. Pero, lo hemos visto tanto y el mundo es tan raro que el cinismo quizás nos venció.