Filmar la injusticia
El notable cineasta Jafar Panahi, realizador de El globo blanco (Badkonak-e Sefid, 1995) y Offside (2006), fue condenado por el gobierno iraní a 6 años de prisión y a 20 años de prohibición para filmar, dar entrevistas y viajar al exterior, por el simple hecho de oponerse a sus ideas. En Esto no es un film (This is not a film, 2011), codirigida con Mojtaba Mirtahmasb, retrata la espera del resultado de su apelación, mientras está con arresto domiciliario.
¿Cómo filmar la injusticia? ¿Cómo retratar el régimen totalitario de un país sin recurrir a lo obvio? ¿Cómo transponer en una obra la desazón social a partir de un caso íntimo? Todas estas preguntas están respondidas (sin una intención “adrede”) en Esto no es un film, filmado en secreto en el propio departamento de Panahi mientras espera el resultado de su apelación. Este documental fue hecho con una cámara HD y un celular, y llevado en un pendrive de manera clandestina a Cannes, el puntapié para un recorrido por festivales que incluyó el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
La película no tiene un sesgo experimental, pero inevitablemente refleja el modo de actuar frente a un hecho excepcional para cualquier ser humano: la interrupción de su libertad. Por ende, seguir el derrotero cotidiano de Panahi genera en el espectador una empatía inmediata. Sobre todo, cuando dialoga con gente de su entorno inmediato. Allí nos sentiremos como acompañantes y, aunque no esté en una cárcel tradicional, el mero transcurrir del film nos instaura en una situación plomiza, tensa.
El director nos abre la puerta de su hogar y allí lo vemos dialogar por teléfono con su abogada (en una charla no muy esperanzadora), cuidar a su mascota (una iguana), y hacer otras actividades cotidianas. Pero claro que Esto no es un film es más que un “registro”; es un relato que indaga la ontología del cine, la especificidad del dispositivo cinematográfico para dar cuenta de una verdad como consecuencia del trabajo sobre el plano. En esa misma línea, la secuencia en la que Panahi desarrolla un guion trazando líneas en el piso es conmovedora y a la vez honesta: a través de la explicitación de un contenido imaginario se distancia de lo documental y dialoga con la ironía del título: esto no es un film. Ironía, claro, destinada a aquel régimen que condena a Panahi y le pide que deje de hacer films.