Para la libertad
En Esto no es un film partimos de una circunstancia específica: sí, Panahi fue condenado por la Justicia de su país a no filmar durante 20 años y a pasar 6 en prisión. Y a propósito tenemos una acción/reacción: encerrado en su casa, Panahi ayudado por el documentalista Mojtaba Mirtahmasb filma casi de contrabando una “película”, en verdad, un monólogo del realizador explicando un guión para el que no tuvo el visto bueno del Gobierno y por el otro, reaccionando ante las noticias negativas que le llegan sobre su situación judicial.
Todo esto que conforma el relato es como una bola de sensaciones que llevan -poniéndonos en el lugar de injusticia que ocupa el realizador- a la rápida exaltación de genialidad. Siendo concretos, Panahi es lo suficientemente inteligente y lúcido como para no hacer un ejercicio ombliguista y, desde la más prosaica de las situaciones, hacer una película que diga algo sobre su situación y que a la vez, irónicamente desde el título, le diga a la Justicia que esto “no es una película” y que ese “no lo es” signifique, también, que esto es algo más, un grito de libertad. En lo que se ve hay bastante de reflexión sobre el poder de la imagen y la representación, incluso Panahi sabe qué es aquello que no se debe mostrar: cuando está a punto de quebrarse, se aleja del plano y desaparece.
Esto no es un film tiene momentos intensos, cómicos, y hasta incluso un prodigio de puesta en escena en los últimos diez minutos cuando aparece el conserje del edificio donde vive: si esto fue planificado o no, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que se trata de un instante de cine mayúsculo, que indaga incluso en los propios temas y formas ensayados por el realizador en su filmografía. Por lo tanto, y más allá de todo, estamos ante una pieza curiosa, simpática, necesaria, pero lejos de la obra maestra que algunos han querido ver.