Llamativo “no film” del convicto Panahi
Éste es el famoso manifiesto que Jafar Panahi hizo en su propio departamento, adonde lo redujo el Gobierno iraní con prisión domiciliaria para que no filme. Pues bien, el hombre filmó igual, ayudado por un amigo que luego, esquivando la censura, llevó la película a Europa en un pendrive. ¿Y qué filmó? Un curioso "no film", breve, llamativo, con un cierre de inesperado suspenso y grata emoción.
En él recibe gente y cuenta con pelos, señales, puesta en escena y reparto de cintas cómo hubiera sido la película que estaba por hacer cuando lo arrestaron, la historia de una chica que quiere estudiar pero no la dejan, y que se enamora y piensa cosas tristes, y él la representa con lo que tiene a mano. La silla, por ejemplo, puede ser una ventana, y el almohadón una cama. Y escribe, mientras la mascota de la casa, una tremenda iguana, camina por la alfombra persa, se asoma a ver lo que hace el dueño, sube a su falda, sigue hasta el hombro y se acomoda sobre el respaldo del sofá, indiferente a las aflicciones humanas.
La iguana es de sangre fría. Él no, y sabe demasiado de injusticias, arrestos y prisiones. No sólo porque haya investigado para rodar "El círculo", aquel formidable drama de cuatro mujeres en un solo día de desesperada libertad, sino porque iraníes y hasta norteamericanos lo han tenido a maltraer.
Esto último ocurrió en 2007. Apenas llegó al aeropuerto de Los Angeles, invitado para un festival, fue inmediatamente esposado, vejado y expulsado "por las dudas", según recordaba, ya medio distendido, en su visita al Festival de Mar del Plata de ese mismo año, donde vino a presentar su comedia "Offside", sobre las mujeres que quieren ir a ver los partidos de fútbol en Irán (lo tienen prohibido).
En julio de 2009 el Gobierno iraní lo detuvo unos días en Teherán, junto a su esposa, una hija, y otros manifestantes que habían ido al cementerio para rendir homenaje a las víctimas de la represión. En 2010 le prohibió ir al siguiente Festival de Berlín. En 2011 al de Cannes, donde iba a ser jurado. Y lo metió en la cárcel, acusado de actuar contra la seguridad nacional y contra el presidente Ahmadineyad. Con él cayó Mohammad Rasoulof, conocido por sus relatos de obreros en zonas inhóspitas, como "La isla de acero", y por un cuento alegórico sobre un recolector de lágrimas que aprovecha la tristeza de la gente, "Keshtzar haye sepid", lágrimas blancas.
Para cada uno, el fiscal pidió seis años de cárcel y 20 (veinte) de inhabilitación para filmar, escribir, asesorar, dar entrevistas y salir del país. Hubo gran revuelo internacional, varios cancilleres reclamaron contra la medida, aquí el maestro Martínez Suárez armó una manifestación frente a la Embajada de Irán y Directores Argentinos de Cine sacó un comunicado a favor de su libertad, aclarando "más allá de sus ideas que pueden o no ser compartidas". En mayo, tras los reclamos mundiales, una huelga de hambre y el pago de una fianza, ambos realizadores pasaron a prisión domiciliaria. La condena fue suavizada para Raosulof, y confirmada para Panahi. Seis años sin salir de casa, veinte sin hacer nada. Tendrá 69 cuando quiera retomar su obra. Mientras esperaba la confirmación de sentencia, alcanzó a hacer este "no film". Cosa formidable, un pendrive. Más formidables todavía, la fuerza, la dignidad humana, y el respaldo internacional.