Pasaron más de treinta años del alzamiento militar que, en Semana Santa de 1987, puso en vilo a una democracia argentina que recién empezaba a consolidarse. Tomando las múltiples hipótesis que se siguen barajando sobre las motivaciones de aquellos sucesos, Sergio Wolf asume una vez más el rol de investigador riguroso, como lo había hecho en sus trabajos documentales anteriores, pero sus objetivos ya no son figuras del tango o cazadores de meteoritos sino un grupo de personajes que tuvieron una influencia decisiva en la vida política del país.
Se trata tanto de civiles que ocuparon roles importantes dentro del gobierno de Raúl Alfonsín como de uniformados que se rebelaron para exigir lo que ellos definían como "una solución política para las secuelas de la lucha antisubversiva". La traducción de ese reclamo cambia cuando se la observa desde otra perspectiva: ese movimiento insurgente buscaba la impunidad y, quizás, testear el terreno para un nuevo golpe de Estado. Su cara más visible fue un teniente coronel que había combatido en Malvinas, cultor del boxeo y la filosofía presocrática, que desarrollaría una breve incursión en la arena política fundando un partido cuyo nombre se parecía demasiado a una variante ligera de la palabra motín. Las declaraciones de Aldo Rico en la película, cargadas de ironía y vanidad, le ponen pimienta a un relato que reivindica el papel de Alfonsín como el líder equilibrado que evitó una tragedia.