En abril de 1987 los Carapintadas liderados por Aldo Rico se alzaron contra el gobierno de Raúl Alfonsín. Se solidarizaban con el mayor Ernesto Barreiro, quien se había negado poco tiempo antes a prestar declaración ante la Cámara Federal de Córdoba, y -si bien cuatro meses atrás se había dictado la Ley de Punto Final, que ponía un plazo limitado para abrir nuevas causas-, los militares exigían una amnistía generalizada.
Sergio Wolf reconstruye aquellos días fundamentales para la por entonces joven Democracia no sólo entrevistando a los protagonistas de ambos bandos (Horacio Jaunarena, Carlos Becerra, Leopoldo Moreau, Jesús Rodríguez y José Ignacio López, entre otros, por un lado; a un siempre desafiante Aldo Rico y sus más inmediatos seguidores, por el otro; y a testigos directos como el ex juez federal de San Isidro, Alberto Piotti) sino filmando en los propios lugares de los hechos (la Casa de Gobierno y Campo de Mayo) como nunca antes lo había intentado el cine argentino. El acercamiento a la intimidad de la Casa Rosada (incluso de la terraza desde donde han despegado tantos helicópteros en situaciones extremas) es uno de los principales hallazgos de la película.
Entre el documental, el thriller (Wolf ha incursionado en toda su filmografía en la figura del investigador/detective) y el ensayo político, Esto no es un golpe trata (y en buena media consigue) ubicar las cosas en su lugar. El contexto de la época, los condicionamientos y complicidades, la trama oculta de los poderes en juego hacen que las verdades absolutas (el fue un héroe o fue un traidor al pueblo) queden desvirtuadas y desmontadas por completo.
Como el propio director admite, Wolf estuvo aquel domingo de tensión en la Plaza de Mayo y se sintió decepcionado cuando Alfonsín habló en el segundo discurso de héroes de Malvinas y de que la casa estaba en orden (poco tiempo después saldría la Ley de Obediencia Debida), pero el film termina siendo una reivindicación (lejos de la bajada de línea pero reivindicación al fin) de la figura del líder radical
Los minuciosos testimonios (que ofrecen distintas y en muchos casos opuestas verdades), un prolijo montaje, la optimización de los siempre escasos materiales de archivo (Argentina es una vergüenza en la materia), los atinados aportes de la voz en off del propio Wolf y el excelente sostén musical de Gabriel Chwojnik hacen que los 120 minutos de Esto no es un golpe jamás abrumen y terminen envolviendo al espectador en una narración que prácticamente nunca decae.
Por supuesto, una propuesta de tan fuerte índole política está sujeta no solo al análisis cinematográfico (del que Wolf sale más que airoso) sino también al debate ideológico. La figura de Alfonsín, la resolución negociada del conflicto con los Carapintadas y las leyes que se aprobaron durante su gobierno (recuérdese la brutal involución que vino después durante la gestión de Carlos Menem) le han generado muchos detractores. La película -sin esconder sus posturas- ofrece con sus poderosas imágenes, sus datos y sus testimonios una pintura de época que, a tres décadas de los acontecimientos, ya adquieren una perspectiva histórica que en aquellos tiempos candentes y viscerales muy pocos estaban en condiciones de tener.