La épica radical
Esto no es un golpe, de Sergio Wolf, es un documental sobre el alzamiento carapintada de Semana Santa que va más allá del trillado “la casa está en orden”.
Yo sabía que no quería ponerle Felices Pascuas ni La casa está en orden“, dijo anoche Sergio Wolf después del estreno de su documental sobre el alzamiento carapintada de Semana Santa en la Competencia Argentina del Bafici, luego de una pregunta del público acerca del título de la película. "Esto no es un golpe” es la frase que pronunciaron una y otra vez los militares sublevados y por momentos se parece bastante a la leyenda en el óleo de la pipa de René Magritte: ¿era un golpe o solo la representación de un golpe? “La amenaza tenía que ser creíble”, dice Aldo Rico en uno de los fragmentos de la increíble entrevista que brindó para la película.
Claro que eso de que nunca pensó en ponerle Felices Pascuas ni La casa está en orden fue dicho con un tono zumbón, consciente de que a nadie se le ocurriría tamaño lugar común. Pero la decisión tiene un costado más profundo: devolverles a los acontecimientos de aquel fin de semana largo de hace 31 años la complejidad y la épica que la repetición periodística y vulgar de aquellas dos frases parece haberles quitado.
Mediante entrevistas e imágenes de archivo de una televisión que transmitió prácticamente en cadena nacional y en directo las movilizaciones populares, los discursos de Raúl Alfonsín y los movimientos en los cuarteles, Wolf reconstruye minuciosamente los hechos que desencadenaron la sublevación militar en Campo de Mayo y las horas de incertidumbre en las que cualquier movimiento brusco de alguna de las partes podía desatar un baño de sangre y, tal vez, una nueva interrupción del orden democrático a solo un poco más de tres años del fin de la dictadura.
Esto no es un golpe
“No hay derramamiento de sangre”.
La película también intenta contestar la pregunta del millón: ¿la Ley de Obediencia Debida fue resultado de Semana Santa o, como siempre sostuvieron tanto Alfonsín como los Carapintadas, no tuvo ninguna relación? Ahí es donde Esto no es un golpe recuerda a los documentales anteriores de Wolf: el sorprendente hallazgo de unas imágenes que se creía perdidas dan una pista de la respuesta.
Aunque la película está narrada por el propio director, que se permite alguna reflexión u opinión personal, el grueso de los hechos los exponen los protagonistas, y las contradicciones, los silencios o las mentiras evidentes surgen naturalmente de sus palabras. Aldo Rico es el entrevistado estrella, no solo porque como personaje es el protagonista –junto con Alfonsín– sino además porque tiene un carisma indiscutible y sus respuestas tajantes suelen venir acompañadas de una breve esgrima verbal con su entrevistador. Pero no es ahí en la entrevista en donde Wolf lo contradice sino en el montaje, cuando pega a su testimonio las declaraciones opuestas de su propio camarada Gustavo Breide Obeid, otro líder carapintada que parece ser un poco más honesto en la exposición de sus recuerdos.
Esto no es un golpe tiene un crescendo dramático que incluye al general Alais en el papel de comic relief y culmina con el viaje en helicóptero de Alfonsín a Campo de Mayo, secuencia que resulta emocionante como la de un thriller político. “Yo pensé que lo mataban”, dice Dante Caputo. En esa decisión de Alfonsín de ir a Campo de Mayo está la clave de toda la historia y quizás toda la película gire en torno a ella.
Seis años antes, a 10 mil kilómetros de distancia, otro coronel había intentado un golpe de estado a la flamante democracia de su país: Antonio Tejero en España. Él sí llegó a entrar al Congreso, en donde estaban votando un nuevo Primer Ministro. Ordenó a todos que se tiren al suelo, pero tres personas lo desobedecieron: el Primer Ministro saliente Adolfo Suárez, el general Manuel Gutiérrez Mellado y el diputado comunista Santiago Carrillo. La historia la cuenta Javier Cercas en su novela Anatomía de un instante.
De la misma manera que Wolf con Alfonsín en Esto no es un golpe, Cercas comprende retrospectivamente el heroísmo de Adolfo Suárez, a quien en su juventud veía –como muchos de su generación– como un tibio que había negociado con el franquismo, y en su novela le devuelve la épica a un personaje que el imaginario popular consideraba un hombre gris.
No se puede decir que el imaginario popular argentino considere gris a Alfonsín, pero es innegable que la épica siempre estuvo del lado peronista. Esta película, con historias como la de la Colt de Jesús Rodríguez y hasta su resignificación del helicóptero como símbolo de coraje y no de cobardía, viene a saldar esa deuda.