Ababacar y Mbaye son dos veinteañeros senegaleses que, sin perspectivas de un futuro promisorio y con las puertas de Europa más cerradas que nunca, decidieron probar suerte en la Argentina. Llegaron en distintos momentos con poco más que lo puesto y, ni bien se conocieron, entablaron una amistad que perdura hasta hoy.
Los directores Juan Manuel Bramuglia y Esteban Tabacznik retratan ese vínculo –y sus ramificaciones– en Estoy acá (Mangui Fi), un documental noble y con un profundo sentido ético a la hora de escrutar en sentimientos ajenos: la cámara está allí para ver y oír antes que para juzgar.
La película los acompaña en la vida cotidiana y los escucha en entrevistas cuyos ejes son los recuerdos, el desasosiego de los primeros días en el país y la discriminación. Pero hay más que ese pasado doloroso, pues con el correr de los minutos se va desplegando un universo con usos y costumbres particulares (los rituales religiosos musulmanes, las formas de pensar, la sangre como lazo sagrado).
Algunos nuevos amigos, una novia argentina y hasta algunos proyectos para dejar definitivamente atrás la venta de bijouterie en Once y Congreso componen un presente distinto, cargado de ilusiones. Con ellos el construye una interesante reflexión sobre el exilio, el compañerismo y el dolor del destierro.