Pablo (Matías Mayer) y Esperanza (María Abadi) son dos niños, casi adolescentes, que se han criado juntos en un pueblo y tienen su paraíso propio a la orilla de un lago.
Van pasando los años y ambos tienen la dicha de haber crecido juntos y seguir enamorados como el primer día. Pero Esperanza es atacada en la calle y a partir de ese momento, la vida da un tremendo vuelco para ambos. Ella queda en estado de coma después de este suceso y Pablo pasará la gran parte de sus días en el hospital esperando que ella despierte.
Mientras que se encuentra en ese compás de espera, Pablo, a su vez, irá reconstruyendo su propia historia, algo que se encuentra oculto en el vínculo con su padre y que él sentirá que es el momento preciso para develar y llegar hasta el fondo de la situación.
Obviamente, su madre, no está de acuerdo con que revise los escritos, grabaciones e investigaciones de su padre. Quizás allí se encuentre encubierta una importante clave que no solamente logre recomponer ese vínculo filial sino que también pueda acompañar, de alguna manera, este momento tan difícil que está atravesando.
Mientras Esperanza sigue luchando por su vida en el sanatorio, Pablo insiste en develar, en descubrir y poner a la luz todo lo investigado por su padre. Es así como comienza a contactarse con conceptos metafísicos, momentos de ensoñaciones, sueños lúcidos y comienza a tomar contacto con la existencia de los diferentes planos en los que se pueden mover los cuerpos etéricos, todos los elementos que aparecían en las investigaciones inconclusas de su padre.
Walter Becker, en una segunda incursión como director (siendo la primera “A dos tintas” en el 2007) se mide en el delicado equilibrio entre la historia de amor con los cánones del melodrama clásico pero asume el riesgo de imprimirle algunos tintes de cine de género con la incorporación de estos elementos sobrenaturales y de cine fantástico, que parecen ser aquellos sobre los cuales realmente quiere trabajar.
Quizás la historia de amor de los dos primeros actos, no es más que la excusa que Becker encuentra para llegar a ese epílogo en donde resume todos estos novedosos elementos que introdujo a la trama y que se encuentran muy bien resueltos sin subrayados y sin sobreexplicaciones innecesarias.
Si bien el guion tiene algunos momentos de cierta indecisión y desprolijidad en la narración, cada uno de los actores convocados para el elenco hacen que sus personajes sean creíbles y que el elemento fantástico de la trama no se sienta ajeno, extraño, sino que pueda incorporarse armónicamente a la trama en el momento en que se despliega totalmente un entramado de mundos paralelos.
En los roles protagónicos Matías Mayer (de amplia trayectoria en el teatro de comedia musical con “Casi Normales” y “Rock of Ages” y una revelación cinematográfica en su participación en “Maracaibo”) y María Abadi (de “El Gato desaparece” y protagonista de “Géminis” de Albertina Carri, además de una prolífica carrera en la televisión) resuelven con solvencia el vínculo amoroso con buena química en pantalla y con absoluta naturalidad.
La actuación especial de Guillermo Pffening como el padre de Pablo y las sólidas presencias de Celina Font y Diana Lamas como las madres de los protagonistas, completan un elenco homogéneo que Becker sabe manejar con seguridad.
Tomando riesgos e introduciendo elementos novedosos dentro de la producción nacional y aún con sus desniveles e irregularidades, logra construir en “ETERNO PARAISO” un producto interesante y un director para no perder de vista.