Para siempre
Existe un riesgo al introducir ideas de la metafísica en una historia concentrada en un vínculo romántico y darles sentido en términos narrativos y cinematográficos. Eterno Paraíso, dirigida por Walter Becker, asume ese riesgo y sale del embrollo metafísico con un 50% a favor y otro no tan positivo. El agregado supone dejar también abierta la reflexión sobre el duelo por una muerte repentina y las diferentes instancias de trascender los planos de la realidad cuando todo indica la existencia de dimensiones a las que se llega en estados de conciencia alterada.
Sin abrir un debate en esta nota ni tildar de elemento sobrenatural a los conceptos de por ejemplo ensoñación, sueños lúcidos y otros relacionados al universo metafísico, es justo señalar que Eterno Paraíso es una aproximación a la mezcla que busca sustancia para salir rápidamente de la superficie.
También que cuenta con un apartado técnico correcto y una fotografía esmerada, aunque hay deficiencias en el guión y a veces la necesidad de cerrar bucles para no caer en agujeros negros, siempre que se entienda el plus de lo metafísico para reforzar el lazo de unión entre un padre ausente y un hijo o la reinvención del romanticismo en una pareja de jóvenes que se conocen desde niños.
El balance general respecto a Eterno Paraíso es el de film fallido, con varios aspectos favorables entre ellos la factura técnica y la elección del elenco encabezado por Matías Mayer, María Abadi y la fugaz participación de Guillermo Pfening.