Relato simplista que no logra su cometido de mostrar un peronismo sin contradicciones
En el último aluvión de producciones audiovisuales destinadas a narrar el peronismo o alguna de sus derivaciones se destaca, de alguna manera, Eva de la Argentina . No es la primera vez que se utiliza el recurso de la animación para poner en pantalla a los protagonistas de la política argentina de la última mitad del siglo XX: de hecho, Leonardo Favio, en su majestuosa Perón, sinfonía de un sentimiento , la contaba entre sus múltiples formas. Sin embargo, la comparación no puede ser más desafortunada para la producción de María Seoane.
Si a través de la desmesura, Favio lograba reconvertir la precariedad de la animación utilizada y el maniqueísmo del punto de vista en una expresión lírica conmovedora, superadora de los datos históricos coyunturales, Eva de la Argentina se queda corta (literalmente, apenas supera la hora de duración) en cada uno de sus intentos. Pobre estéticamente, la simplificación de la historia que propone aparece en pantalla desnuda en sus limitaciones.
Los dibujos de Solano López, el mítico creador de El eternauta , recientemente fallecido, son utilizados con la técnica de animación cut out , que usa figuras planas recortadas, de poca movilidad. A eso se le suma material de archivo, siempre más interesante. El resultado es estático y fatigoso, sin brillo y caricatural. Aves de rapiña pintadas con los colores de la bandera norteamericana, Evita recorriendo fábricas los días anteriores al 17 de octubre de 1945 con un pañuelo idéntico al de las Madres de Plaza de Mayo: todo es simbólico y recargado, pero sin vibración emocional.
Otro problema que presenta la película es la dispersión narrativa. Anclada en el relato de un Rodolfo Walsh recluido en la clandestinidad, escribiendo su célebre "Carta abierta a la Junta Militar" al mismo tiempo que cuenta la historia del peronismo y desarrolla su cuento "Esa mujer", la película avanza en distintas direcciones temporales. Una de ellas es la vida de Evita, desde la humildad de sus orígenes hasta su encuentro con Perón, la Fundación y su trágica muerte. Otra es la deriva demencial de su cadáver bajo los regímenes militares, y la tercera, la valentía de Walsh bajo la dictadura. El resultado es un relato anárquico y disperso, unificado solamente por la necesidad de conciliar distintas épocas y causas bajo la consigna de mostrar un peronismo sin contradicciones ni costados oscuros.