Una bandera a la Victoria
Esa Mujer, el cuento de Rodolfo Walsh, fue el hipotexto de muchos otras ficciones en torno a Evita y sus significancias. La potencia textual de la ficción de Walsh radica en varias cuestiones: la investigación periodística, la búsqueda de un cuerpo como un enigma policial, la cuestión política y la fuerza de lo puramente literario. Por eso no resulta extraño que María Seoane, que conoce muy bien su obra, lo haya elegido como el narrador de la historia que fragmentada pero reponiendo un todo, se suma a las figuraciones y representaciones de Eva Perón que nos asedian desde siempre.
El film mixtura los logrados dibujos animados de Francisco Solano López con imágenes de archivo y fotografías. De ese modo, produce un extrañamiento respecto de la figura femenina más mítica y emblemática de nuestra Historia. La música de Gustavo Santaolalla tiene un sello de argentinidad que acompaña el relato sin desentonar nunca.
Su síntesis argumental nos devuelve a ámbitos conocidos, la infancia en Los Toldos, la muerte de ese padre que ni un apellido dejó y la decisión inquebrantable de tomar el tren y venir a Buenos Aires. Pero como el narrador y personaje Rodolfo Walsh es un testigo privilegiado de lo ocurrido, los fragmentos se unen y encajan perfectamente aún cuando su orden cronológico se vea alterado. Y aquí reside otro acierto del film. Porque pasa de 1926 a 1976 cuando los militares se encontraron de nuevo con el cadáver de Evita y tuvieron que volver a decidir su destino en una suerte de tensión entre la vida y la muerte que tiene un hilo conductor, la persistencia. Si lo habían robado, vejado y ocultado en el 57 por qué no lo harían de nuevo. Exactamente un año después desaparecerían a Rodolfo Walsh que como personaje sabe muy bien de qué se trata la barbarie de esas bestias. “Hay un fusilado que vive”, le habían dicho en 1956.
Los puntos de inflexión se dan en distintas secuencias como en 1945 cuando parece que todo comienza y la huelga que deriva en el grito por todos conocido “Queremos a Perón” y el narrador dice de manera contundente observando a los miles de la plaza: “era el subsuelo de la patria sublevado”.
En distintos tramos la voz de Eva en sus discursos ya cristalizados en la memoria colectiva de su pueblo peronista aparece para reforzar esas imágenes que desde la animación en 2 y 3 D muestran, icónicos a oligarcas y obreros, el enojo y la tristeza, la gloria y la muerte. Y los cuervos que Favio usó magistralmente en Perón, Sinfonía del Sentimiento sobrevuelan siempre agazapados para dar su zarpazo. Buitres de ayer, de hoy y de siempre. Porque el Peronismo es, fue y será un movimiento amenazado de muerte por poderes que cambian de mano pero tienen un denominador común: el odio hacia la otredad. Ese magma, a veces informe, en el que se mezclan la derecha y la izquierda adjudicándose una pertenencia, en el que la disidencia deja paso, a veces, a la conspiración sangrienta, tiene una bandera a la victoria, Evita. Eva de la Argentina. Nadie está a salvo de su influjo, aunque sea para hacerse el popular y días después reprimir a un militante barrial. Ella no murió, pasó a la inmortalidad ha dicho Martín Kohan y esa cuestión en torno a lo sublime de la persona devenida en mito ha servido para fines diversos.
Esa Eva que el enajenado Coronel Moori Koenig quiso para sí, la que le fue arrebatada, la que fue enterrada con otro nombre en Milán, que fue devuelta y ahora yace en Recoleta bajo un pesado bloque de acero como ordenó la dictadura más nefasta de la noche oscura de la Patria. La misma que trabajaba muchas horas para darle a sus descamisados, sus grasitas, como ella los llamaba, tiene en el film de Seoane una estatura que por su factura la acerca a todos, como ella quería, porque el mismo montaje del film le otorga esa pluralidad.
La exhibición de Eva de la Argentina, a partir del 13 de octubre, sin dudas ocasionará más debates de esos que tan saludablemente en muchos casos vienen teniendo los que retornados a la militancia, encontraron una grieta de participación y dejaron el terror de otras generaciones detrás.
Pero la historia de Esa Mujer da un paso más, ya que Walsh se enuncia como desaparecido y el dilema de los cuerpos en la Argentina retoma una significancia nueva. ¿Qué pasa con los cuerpos? ¿Qué perversión fatal nos azota desde tiempos remotos? No lo sé, pero en este film señalando que su cuerpo aún no fue hallado, hay un desaparecido que habla.