La ficción argentina Eva no duerme (escrita y dirigida por el mendocino Pablo Agüero) recorre el destino del cadáver de Evita y su propio mito, sin relecturas ni revelaciones sustanciosas (al menos, para el espectador argentino). Interferida por imágenes documentales y juicios bastante cerrados en off, exalta lo pendenciero y provocador –ya que no exactamente revolucionario– de Eva a lo largo de la Historia, con un lúcido empleo del sonido y creación de escenarios bellamente lóbregos, por momentos alucinantes. Plena de ideas plásticas atractivas aunque desunidas, con más interés por arrojar frases incitadoras que por analizar aspectos álgidos de la historia del peronismo, aureolada por cierto énfasis nacionalista pero con varios personajes a cargo de actores extranjeros (incluyendo un Dennis Lavant que parece escapado de Holy Motors), capitalizando con la cámara y la luz gestos seductores (los ojazos húmedos de Ailín Salas, los rostros de Gael García Bernal y Nicolás Goldschmidt envueltos en humo de cigarrillo, el rodete rubio de Sofía Brito insinuando la presencia de Eva que finalmente se desdibuja en la continuidad de un plano secuencia), Eva no duerme despierta y sacude. Resulta, por otra parte, un claro ejemplo de película oportunamente estrenada en vísperas de elecciones, como las que hace un tiempo mencionábamos aquí.