La oscuridad también puede tener belleza
El film de Pablo Agüero recrea uno de los hechos más negros de la historia argentina, y lo hace con una interesante narración dentro de una puesta teatral y con grandes actuaciones.
La pasión necrofílica argentina atraviesa el último film de Pablo Agüero, una suerte de metáfora de la putrefacción histórica en donde el origen real y el supuesto destino manifiesto de la patria está presente en cada uno de los actos de Eva no duerme, un film revulsivo que aborda la cuestión del derrotero del cadáver de Evita y las consecuencias para los personajes que intervinieron en la profanación, pero sobre todo, en la suerte de la república.
Con una puesta teatral que apunta a tensionar hasta el límite de lo soportable la manipulación del cuerpo primero y después la visión sobre la barbarie que le siguió, el relato está estructurado en tres momentos: El embalsamador, El transportador y El dictador. Estas secuencias dan cuenta de la cronología histórica luego de un comienzo fantasmal, en donde un vehículo rueda en la noche lluviosa por un cementerio y un oficial de la marina (¿Emilio Eduardo Massera?) comienza su alucinado soliloquio sobre el peronismo y su visión de clase sobre la irrupción del fenómeno político representado en Eva, para luego insertar imágenes de archivo -algunas inéditas y de un poderoso valor documental- que brevemente dan cuenta del papel de la Evita en el movimiento popular, la adoración por su obra y lo que representó, su muerte y el funeral en donde el pueblo la despide inconsolable.
Pesadilla casi de género, en el escenario de la CGT no hay paredes, sólo un gran espacio oscuro, un piso mojado y aceitoso en donde trabaja con el cuerpo el español Pedro Ara (Imanol Arias), el especialista obsesionado por los huesos, la piel, los músculos y la manipulación de los miembros en busca de la posición correcta. Y si, su propia visión sobre lo sucedido junta a la urgente necesidad de no desaprovechar la posibilidad de influir en la Historia, interviniendo el cadáver para la posteridad.
Después el transporte del cuerpo-trofeo- maldito y al volante el coronel Carlos Moori Koenig (estremecedor el francés Denis Lavant), un viaje tenebroso en donde lo sobrenatural se filtra a través de la lona mojada por la lluvia del camión del ejército. Y para el final, las derivaciones del acto bárbaro, el secuestro del general Pedro Eugenio Aramburu (extraordinario Daniel Fanego), la rendición de cuentas ante los Montoneros y la ejecución en un sótano. A la hora del balance, con su puesta teatral, fantasmagórica y trabajando sobre la incomodidad en buena parte del relato, Eva no duerme cumple con holgura la autoexigencia de salir de una puesta clásica para abordar uno de los hechos más oscuros de la violenta historia argentina.