mucha estética, nada de historia
Aviso previo. Esta película no quiere ser, para nada, más o menos fiel a los hechos históricos relacionados con el cadáver de Eva Perón. Al contrario, los subvierte deliberadamente. Su intención es proponerse como interpretación creativa de una serie de mitos y sucesos ya lejanos, que hace alguien de estos tiempos, considerando la permanencia de la figura de Eva Perón, y su voz de mando febril y fervoroso, en el llamado imaginario popular, y en nuevas generaciones de jóvenes militantes con una vaga idea de la historia.
Hay que tomar como libertades artísticas, entonces, que un alto oficial francés traslade el cuerpo en plena noche con la sola compañía de un suboficial "cabecita negra" que ni siquiera lleva el uniforme debido, los soldados marchen con la boca del fusil hacia arriba bajo la lluvia, y otras licencias que atañen al tenebroso teniente coronel Carlos Eugenio de Moori Koenig, entonces jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército, al teniente general Pedro Eugenio Aramburu y al almirante Emilio Eduardo Massera, que en la vida real llegó a declararse peronista y era miembro de la logia P-Due, entidad que hoy podría definirse como "sponsor oficial" del regreso de Perón a la Argentina.
Y hay que apreciar, eso si, los méritos artísticos de la película, que tiene algo de neoexpresionista, o de cine de terror, dividida en tres episodios inquietantes: "El embalsamador", con Imanol Arias (doctor Pedro Ara) y Ailín Salas, que es el más tocante y se combina con los famosos fragmentos de noticieros de 1952; "El transportador", con Denis Lavant (Moori Koenig) y Nicolás Goldschmidt, que es inútilmente largo y medio aburrido, pese a la cara de monstruo que tiene el francés en medio de la noche, y "El dictador", con Daniel Fanego (Pedro Aramburu secuestrado) y Sofía Brito, que es el episodio más interesante por sus diálogos proféticos.
Destacables, el trabajo del sonidista Emiliano Biaiñ reelaborando voces y provocando asociaciones raras (ruido de motor con rugido de tigres, etc.), la fotografía de Ivan Gierasinchuk, trabajada con recursos artesanales para provocar claroscuros en movimiento, o un raro efecto sobre un lago, etc., los decorados irreales de Mariela Ripodas, y, por supuesto, la mano del director Pablo Agüero para filmar todo en apenas 20 días con un elenco destacable y un resultado artístico digamos que atendible.
No hablemos de historia. Para eso se recomiendan dos documentales bien hechos y muy bien documentados: "El misterio Eva Perón", 1987, de Tulio Demicheli, que era radical, y "Evita, la tumba sin paz", 1997, de Tristán Bauer. A ellos, "Eva no duerme" agrega solo un pequeño aporte, al incorporar el noticiero casi olvidado de la repatriación en 1974, cuando el cuerpo de Eva Perón llega a Olivos e Isabelita y "el Brujo" salen a recibirlo.