Los riesgos por llegar alto y cumplir sueños
"Everest" refleja la tragedia ocurrida en esa montaña el 10 de mayo de 1996 combinando aventura, drama y una reflexión por la ambición y el sueño del hombre.
La montaña más alta del mundo despierta el fervor de los aventureros por llegar a la cima y la necesidad de los cineastas de plasmar esa aventura, el riesgo y el sueño de concretar el peligroso ascenso. El director islandés Baltasar Kormákur -Dos armas letales, Contrabando- asume ese desafío en esta realización basada en la tragedia ocurrida el 10 de mayo de 1996 en la que dos expediciones se enfrentan a una feroz tormenta de nieve.
El temple de los alpinistas es puesto a prueba cuando deben luchar contra la furia desatada de la naturaleza, con poco oxígeno y a bajas temperaturas. El tema de la supervivencia aparece en primer plano en este relato que privilegia el drama de los personajes antes que la espectacularidad de las escenas a gran altura -que también las tiene-, entre precipicios y un camino helado lleno de obstáculos.
Rob -Jason Clarke- es un guía de montaña que traslada con su equipo a hombres y mujeres que pagaron 65.000 dólares para cumplir su sueño, dejando atrás a familiares y alumnos. El contraste permanente entre el peligro que afrontan los aventureros y la seguridad del hogar con esposas que esperan un llamado telefónico o la llegada de un bebé, se ve reflejado a lo largo de esta caminata que también hace base en el campamento -donde Emily Watson y Robin Wrgiht siempre tienen su lucimiento- como punto medio con los guías.
La camaradería, la amistad, la soledad, el cumplimiento del deber aún poniendo en riesgo sus vidas, y la comunicación con la monstruosa montaña son los tópicos sobre los que gira esta dramatización. Everest no está pensada como un exponente del cine catástrofe, sino que explora hasta dónde el hombre es capaz de llegar para cumplir anhelos propios y ajenos. Para contar esta historia el director reúne a figuras que tiene su destaque: Jake Gyllenhaal, Josh Brolin, Keira Knightley y Sam Worthington, entre otras. Riesgo total para alcanzar la cima, una oportuna metáfora sobre los vertiginosos tiempos que corren.