Previo a acomodarnos en una butaca y calzarnos los anteojos 3D (se recomienda fervientemente la experiencia tridimensional), Everest es una película que intimida de antemano desde su título. No estamos hablando de una montaña cualquiera, se trata de la cumbre más alta de la Tierra, cuya arrogancia supera los 8.800 metros. Allí, en 1996 murieron quince personas pertenecientes a distintas expediciones, una tragedia que encendió un debate sobre las condiciones y el negocio montado alrededor de la conquista del techo del mundo.
El director islandés Baltasar Kormákur (Contrabando, Dos armas letales) se plantea el doble desafío de orquestar un film tan espectacular como intimista. Una mixtura difícil de lograr, que en este caso sale por demás airosa en su veta épica, y un tanto estereotipada en su plano reflexivo. En su afán de ceñirse a la historia real, Kormákur introduce demasiados personajes en esta odisea, dificultando el plano de empatía entre el espectador y el abanico de protagonistas. No hay mucho tiempo disponible para explorar o profundizar en los conflictos de cada uno de ellos, de manera tal que la película avanza sobre los marcados matices diferenciales que existen entre los guías de dos expediciones que inician un riesgoso ascenso a la cima. Rob Hall (Jason Clarke) es cuidadoso y paternalista con sus escaladores, y espera regresar a su hogar para el nacimiento de la hija que tendrá con su bella mujer (Keira Knightley). Scott Fisher (Jake Gyllenhaal) es tan vehemente como altanero, y no está dispuesto a resignar que su grupo quede por debajo del nivel del que capitanea Rod.
Para potenciar el drama de estos montañistas, Everest pivotea entre la tortuosa travesía y algunas referencias hogareñas. Invariablemente, el rol de la mujer aquí será el de intermediaria que hará lo posible por lograr que su pareja regrese a salvo, o bien el de testigo que deberá resignarse a esperar lo peor. Además de la llorosa Knightley, tenemos a Robin Wright encarnando a la mujer de Beck (Josh Brolin), un texano adicto a las alturas que en su casa se siente como si estuviera bajo "una nube negra", y a Emily Watson oficiando de puente y resguardo del dolor, siendo ella el nexo de comunicaciones desde el campamento base. La película no escatima en momentos de musicalización recargada y golpes bajos, pero se eleva por encima de todo eso a puro pulso de adrenalina e intensidad.
A diferencia de otros films de este tipo en el que la conquista de la cima constituye el punto de éxtasis, aquí la espectacularidad alcanza su mayor apoteosis en el trágico descenso, con una terrible tormenta azotando a los personajes. Y es aquí donde Everest ingresa en una hora verdaderamente alucinante, atrapando al espectador y haciéndolo no sólo testigo, sino también protagonista de la debacle. Ya poco importa si a lo largo del primer tramo del relato establecimos algún vínculo afectivo con los protagonistas, sólo queremos que el viento y la nieve los deje (y nos deje) de azotar. En tiempos en que tanta superproducción tiende a lucir aséptica por tanta post producción digital, la película de Kormákur apuesta por una desgarradora experiencia física y sensorial, lanzándonos en picada en un espiral asfixiante y sin salida.
En términos de producción, el rodaje se desarrolló en el Nepal, a la mitad de la altura real del Everest, sumando locaciones repartidas entre los Alpes italianos, y tomas en los estudios Cinecitta (Roma) y Pinewood (Reino Unido). A medida que la película intensifica el despliegue de la brutalidad de la naturaleza, resulta imposible no pensar en las enormes dificultades por las que habrá pasado todo el equipo de realización. Pero por sobre todas las cosas, Everest instala una incómoda dualidad, que se debate entre la épica y su propósito. ¿Qué es lo que lleva a estos escaladores a emprender una gesta tan demencial? La belleza imponente que se levanta en forma de rocas y nieve, que están allí para sepultar a sus víctimas o para ser vencidas, parece ser la visceral respuesta. Mientras tanto, este espectáculo vibrante nos deja tambaleando en los aturdidos pasillos de algún centro comercial, reptando entre la hipotermia y un mareo alucinado. Como los sobrevivientes de esta travesía apasionante y agotadora, sólo tenemos dos chances: ir por más, o anhelar un urgente regreso a casa.
Everest / Estados Unidos-Reino Unido-Islandia / 2015 / 121 minutos / Apta mayores de 13 años / Dirección: Baltasar Kormákur / Con: Jason Clarke, Jake Gyllenhaal, Josh Brolin, John Hawkes, Robin Wright, Emily Watson y Keira Knightley.