Melodrama y cine catástrofe en las medidas justas.
La Montaña Sagrada
Escalar el Monte Everest es el reto máximo para cualquier aficionado al alpinismo. Las razones para hacerlo son tan diversas como personales, pero todos los que están dispuestos a intentarlo tienen una cosa en común: saben que están poniendo riesgo su propia vida, y los cientos de cuerpos que todavía se encuentran congelados en sus laderas dan prueba de ello. Dejando de lado lo complejo y peligroso que es el ascenso, el cuerpo humano simplemente no está capacitado para sobrevivir a casi 9 mil metros de altura. Lo que convierte a cualquier intento de alcanzar la cima en una verdadera hazaña. Pero la película está centrada en un hecho en particular y es lo sucedido durante lo que se conoce como "El Desastre del Monte Everest de 1996", donde entre los días diez y once de Mayo doce personas (evitaremos nombrar quienes para no caer en los spoilers) perdieron la vida. Aunque lo que convierte a este caso en algo especial (hubo desastres todavía mayores) es el circo mediático que se armó al rededor, ya que uno de los sobrevivientes fue Jon Krakauer (interpretado por Michael Kelly, Doug de House of Cards) periodista y reconocido autor de, por ejemplo, Into the Wild (adaptada al cine por Sean Penn) e Into Thin Air, libro que en el que cuenta lo sucedido durante el fatídico ascenso y donde pone en duda la seguridad de los grupos guiados a la cima del Monte Everest, uno de los puntos que de refilón toca este film.
Everest es uno de esas películas de cine catástrofe donde los propios protagonistas lentamente comienzan a cavar su propia tumba. A diferencia de otros recientes exponentes más pochocleros del género como En el Tornado o Terremoto: La Falla de San Andreas, aquí son los propios personajes quienes caminan directo hacía su destino. Claro que ellos no lo saben y eso hace que rápidamente empaticemos. Esto ayuda a un guión que poco desarrolla el trasfondo de cada uno de sus personajes, si bien es lógico dado la cantidad de actores reconocidos que hay en el film, Everest solo hace lo suficiente solo con un puñado de ellos, y nos deja con ganas de ver más a gente como Emily Watson, Jake Gyllenhaal, Robin Wright o John Hawkes, quien por lejos tiene el mejor personaje de la película. Son mayormente Jason Clarke y Josh Brolin quienes llevan la cinta hacia adelante, ambos con interpretaciones justas y medidas que no llegan en lo sentimentaloide. Esto también gracias al director Baltasar Kormákur, que logra huirle con éxito al golpe bajo la mayor parte del tiempo.
Vale aclarar que si entran esperando una aventura plagada de acción como lo fue Límite Vertical de Martin Campbell o más atrás en el tiempo una producción del "Maestro del cine catástrofe" Irwin Allen, es probable que salgan decepcionados. Everest es una drama de supervivencia, casi un melodrama. Que se toma su tiempo para ponerse en marcha y donde la lucha por mantenerse con vida en este ambiente tan hostil se entremezcla con escenas en las que se acentúan los lazos familiares de sus protagonistas. Pero al menos, como ya se mencionó antes, Kormákur encuentra el momento justo en el que cortar y pasar a otra escena. Más allá de esto, la película no escatima en escenas épicas y espectaculares, con efectos especiales y una edición de sonido impecable, y que alcanza su pico máximo en el tercer acto, cuando se vuelve una verdadera experiencia sensorial y visceral. Pero es durante ese tiempo cuando la película vuelve a sufrir del síndrome de los elencos grandes, deteniéndose muy poco en los personajes que comienzan a caer como moscas y donde al estar cubiertos de pies a cabeza con equipo de montaña, se hace difícil diferenciar quien es quien.
Conclusión
Everest es sin dudas una película que disfrutarán todos aquellos que vayan al cine buscando vivir de una experiencia intensa. En los rubros técnicos todo juega a su favor, y logra recrear con mucho realismo la difícil y peligrosa tarea de escalar la montaña más alta del mundo. Lo amplio de su elenco no le permite detenerse lo suficiente en sus personajes, llegando incluso a desaprovechar a mucho de ellos, pero el guión cumple con lo justo y necesario, logrando un satisfactorio balance entre el malodrama y el cine catástrofe.