La cima del mundo
Basada en hechos reales, Everest es el relato de la tragedia ocurrida en dicha montaña el 10 de mayo del año 1996, durante uno de los ascensos más numerosos que se haya realizado. La historia es muy conocida pero aun así es mejor no contar cosas sobre el final de la película. El Everest siempre ha sido un imán para los aventureros del mundo y, por extensión, para los cineastas del mundo. Muchas veces, desde el inolvidable documental La épica del Everest The Epic of Everest, 1924) el registro oficial de la fatal expedición de Andrew Irvine y George Mallory, que las cámaras desearon mostrar la montaña y contar las historias que allí se vivían. Documentales y ficciones se sucedieron, contando diferentes historias y récords. Sin que falte, claro, los primeros en conquistar la cima: Edmund Hillary y el Sherpa Tenzing. Sin embargo, esta película pasa todo los límites y se convierte en la mejor ficción que se haya hecho sobre algún ascenso al Everest. Lo que resulta sorprendente y absolutamente único del film del director islandés Baltasar Kormákur es la combinación de elementos dispares y complejos que logra articular para crear una película inolvidable. Como film industrial lleno de estrellas y con grandes aspiraciones de taquilla, Everest sorprende por su perfección técnica sin fisuras. No podrá el espectador dudar, ni por un instante, que está viviendo la historia junto a los protagonistas en plena montaña. Nunca una película de ficción que contara un ascenso a una montaña ha sido filmada con este nivel de autenticidad. Efectos especiales imperceptibles se combinan con el paisaje real y está muy bien lograda la sensación de sobriedad aun en una película que transcurre en un espacio tan espectacular. Y la sobriedad es otra de las claves de la película. La película cuenta con un rigor poco habitual, con austera dureza lo ocurrido durante esos días. La idea de superproducción con actores famosos basada en una historia tan enorme puede engañar al espectador, tanto para acercarlo como para alejarlo, y hacerle creer que se trata de un film de aventuras simpático. Debe entender que se trata no solo de una historia terrible, sino también de un film que no hace concesiones a la hora de contarla. Esto, lejos de ser un defecto, es su mayor virtud. El film de dos horas es apasionante, sin trucos, ni recursos efectistas. Si la primera parte es interesante, hay que decir que la segunda hora tensa al espectador de una manera que lo deja pegado a la historia. No hay forma de no vivir de forma intensa todo lo que se cuenta. Esa hora que se hace difícil por lo que se cuenta, pero que es apasionante por la forma en que conmueve y moviliza al espectador. Por respeto y en homenaje a los que participaron y participarán alguna vez de un ascenso al Everest, la película cuenta todo. Cuenta la euforia, la alegría, la ilusión, el desafío, el dolor y también el serio peligro de muerte que implica esa proeza. La película tiene también la lucidez de buscar un equilibrio que habla muy bien de su inteligencia como obra de arte. Describe los errores y los aciertos. No subraya pero deja en claro todas y cada una de las cosas que ocurrieron. Todo lo dicho puede parecer sencillo, pero no suele convivir en un mismo espacio. Por eso Everest es una película diferente, una de las mejores de este año, la perfecta unión entre espectáculo, drama, aventura y reflexión sobre el espíritu humano.