Aceptémoslo: no le exigimos tanto a las películas de terror como si lo hacemos con las de otros géneros. Tanto así, que el criterio para separar una buena historia de horror de una mala está más anclada en lo subjetivo que en formalidades cinematográficas. Casi podría decirse que hay una trama hecha a medida para cada fanático. Seguramente, así lo entendió Sam Raimi en 1981, cuando entregó al mundo una historia que era un poco (mucho) de sangre, otro poco de comedia, algo de absurdo y bastante contenido paranormal.
Esa trama, tan deforme como los cuerpos muertos de su franquicia, fue furor y marcó un hito en la historia del cine sanguinario. Es por eso que la noticia sobre la vuelta de Evil Dead fue tomada con un trago de curiosidad y otro de miedo. Y más aún cuando el tráiler no mostró la mítica cabaña, el bosque maldito que la rodea y al final boy definitivo, Ash Williams. Todo lo contrario, nos presentó a una familia disfuncional, dos protagonistas femeninas y un edificio en ruinas. Pero tranquilos: los aspectos tradicionales que todos amamos de esta franquicia están intactos en Evil Dead Rise. Solo que ahora son más oscuros, ruines y grotescos que nunca.
En la película, las hermanas Beth y Ellie se reencuentran luego de no haberse visto por un largo tiempo. Antes de que tengan tiempo para ponerse al día, una entidad maligna recorre cada metro del edificio en el que se encuentran y las arrincona contra la pared.
Primero que todo y lo más importante: la película da miedo, y mucho. Normalmente, los no fanáticos del terror van al cine a ver producciones del género solo para asustarse con los jumpscares, y los adeptos van porque le tienen un gran cariño a lo que vuelve o curiosidad por lo nuevo. Pero pocos acuden a encontrarse con algo que prolongue el miedo durante dos horas. Afortunadamente, Evil Dead Rise es igual de terrorífica para todos: los que aman la franquicia, los que solo vieron la serie, y los que descubren el retorcido mundo de Sam Raimi por primera vez. La nueva entrega hace lo que deberían hacer todas las reversiones de clásicos, que es demostrar que son lo suficientemente sólidos como para adaptarse a cualquier entorno.
Así, lo primero que Evil Dead Rise modifica es la estética. Todos esos cuerpos desmembrados y sangre que antes se mostraba a plena luz del día o sin tapujos bajo una lámpara, ahora se mueve en la oscuridad. Sabemos bien que Sam Raimi nunca la necesitó, pero no sabíamos lo bien que le haría. Ahora, el mal se escurre en la noche, por las paredes de un edificio en ruinas, abandonado a la suerte de sus inquilinos y sin luz. El aspecto gore cobra un sentido más cercano y real, ya que ahora no es solo un tema aparte, sino un elemento que se funde con la putrefacción del lugar en el que se encuentra.
Y, para los que van a ver sangre, hay sangre. Muchos dirán que a veces más de la necesaria, pero eso es porque la última entrega carga con cuidado y respeto la antorcha de sus predecesoras. No es para menos, si la película usó 6.500 litros de sangre falsa para crear la película. Otra vez, hay un poco para todos: gore para los que no conocen el universo de Sam Raimi, y gore para los que lo adoran y encontrarán referencias incluso en la brutalidad de los cuerpos que se corrompen.
Por último, el gran plato principal de Evil Dead Rise son sus personajes. No son descartables, como suelen serlo en las películas de este tipo e, incluso, en las primeras entregas de la franquicia. Cada uno tiene una trama personal que nos acerca a ellos, a sus miedos y sus anhelos. Pero no se confundan. La característica fundamental de Evil Dead que se basa en descuartizar de la forma más grotesca hasta al más querido de los personajes, sigue intacta, por lo que recomendamos no encariñarse tanto.
Si lo que buscan es una gran película de terror, corran a ver Evil Dead Rise. No importa si lo hacen porque les gusta la franquicia, quieren ver sangre brutalmente desparramada o buscan una buena historia. La película cumple con todo lo que tiene que cumplir una buena producción del género, por lo que no tiene puntos ciegos.