Diez años después del reboot fallido dirigido por el director uruguayo Fede Álvarez, que quedó en la nada, los creadores de esta franquicia vuelven a tropezar con la misma piedra.
Según los créditos finales la producción ejecutiva de este film corrió por cuenta de Sam Raimi, Rob Tapert y Bruce Campbell pero queda la impresión que son menciones testimoniales y no tuvieron ninguna participación en el contenido.
Cobraron su cheque y le dieron luz verde al estudio Warner para que hicieran lo que se les antojara sin comprometerse con el proyecto.
La jerarquía de Evil Dead dentro de su género responde a la combinación perfecta que Raimi consiguió construir entre el terror sobrenatural y la comedia disparatada de humor negro.
Los primeros dos filmes evadieron los estereotipos habituales del cine de comienzos de los ´80 para hacer algo diferente y tuvieron una enorme influencia en numerosas comedias de horror que vinieron después.
House (1985) de Steve Miner y Night of the Demons (1988) son dos claros ejemplos que tomaron esa herencia.
En lugar de la trillada final girl como protagonista Raimi además presentaba a un anti-héroe estúpido como Ash que generaba empatía a raíz de su torpeza.
Cuando a una propuesta de Evil Dead se la despoja del contenido humorístico y esa identidad especial que tuvo la serie original lo que queda es un film genérico de posesiones demoníacas como los que llegan casi todas las semanas a la cartelera.
Eso es exactamente lo que ofrece este estreno.
Alguien me podría objetar que si tenemos en cuenta la decadencia que atraviesa actualmente la comedia en Hollywood, dominada por el humor idiota de Marvel, el mejor destino para el reboot es que tuviera un tono más serio y tendría que darle la razón.
No obstante, a una entrega de esta saga se le puede pedir un poco más y por eso la nueva propuesta termina siendo decepcionante
El director irlandés Lee Cronin no hace el mínimo esfuerzo por expandir la mitología de la saga en algo interesante dentro del tono serio que escoge para su narración y todo el espectáculo queda reducido a un cuento de posesiones demoniacas trillado y predecible que sólo apuesta al retrato tonto de la violencia extrema y el gore.
Pensaron que por incluir al libro del Necromicón y una motosierra el reboot estaba completo y no alcanza.
Lo único que vincula a este film con Evil Dead es el título ya que después se presenta un fan fiction construido a base de robo de escenas que vimos en títulos del pasado.
Cronin presenta “referencias”, con la sutileza de una topadora, que se vinculan con El resplandor y clásicos del cine italiano como Beyond the Door (1974) y Demons, de Lamberto Lava, que también fue otra discípula espiritual de la obra de Raimi.
Los homenajes pueden ser simpáticos y hasta divertidos de identificar para el público más fan, pero no deja de ser un film sin alma ni personalidad que no transmite ningún entusiasmo por esperar futuras continuaciones.
La impronta artística de Evil Dead brilla por su ausencia y lo único que rescata a esta propuesta del desastre es que el director al menos presenta una labor competente en los campos técnicos.
En esta ocasión el tradicional escenario de la cabaña fue modificado por un edificio decadente en una ciudad.
Si bien el cambio es obsoleto desde el diseño de producción y la fotografía consiguieron crear ambientaciones efectivas que le ponen onda a la desidia creativa del argumento.
El espectáculo sangriento contiene una buena combinación de efectos prácticos y digitales y dentro del reparto al menos las interpretaciones son decentes.
El tema con la violencia extrema es que termina siendo boba porque no tienen ningún impacto emocional, debido a que Cronin no trabaja con personajes humanos sino con roles acartonados que están al servicio del gore.
Por suerte la narración va al grano y en 97 minutos el asunto queda cerrado.
En síntesis, como propuesta de Evil Dead el nuevo reboot es otro fiasco olvidable pero aquellos que se engancharon con los baños de sangre de Terrifier y busquen algo de ese estilo pueden llegar a disfrutarla con más interés.