Sam Raimi escribió y dirigió las dos primeras Evil Dead en la década de 1980 y en 1992 estrenó El ejército de las tinieblas, tercera parte camuflada de una saga con personalidad y algunas características particulares, como la prioridad del humor, la cámara subjetiva hiperquinética y las miradas desorbitadas de Ash, el personaje de Bruce Campbell. Eran comedias de terror que reunían la desfachatez, el desenfado y la libertad que la época y el bajo presupuesto permitían.
En 2013, el uruguayo Fede Alvarez resucitó la franquicia con un reinicio que ajustaba algunos aspectos técnicos y afinaba las incoherencias que arrastraba la saga bajo el argumento de que los detalles no importan porque lo importante es la sangre empapando el rostro de los personajes mientras cortan cuerpos con una motosierra.
Diez años después de aquella incursión rescatista de Alvarez, el director Lee Cronin hace la quinta parte, ya muy alejada de la original de 1981 pero siempre respetando su esencia. Sin embargo, Evil Dead: El despertar no tiene mucho más para ofrecer que el consabido desparramo atolondrando de hemoglobina para contentar a los fanáticos.
La película tiene el típico prólogo con matanza ubicado un día posterior a la acción central, desarrollada un día antes para desembocar en el comienzo. La historia tiene como protagonistas a las hermanas Beth (Lily Sullivan) y Ellie (Alyssa Sutherland), quien tiene tres hijos: la pequeña Kassie (Nell Fisher) y los adolescentes Bridget (Gabrielle Echols) y Danny (Morgan Davies), aficionado a pinchar vinilos.
Ellie acaba de ser abandonada por su pareja y Beth es plomo de una banda de rock y está embarazada, lo que la lleva a ver a su hermana, quien vive en un edificio enorme que se ve sacudido por un temblor que parte el subsuelo, justo cuando los niños se encuentran en el garaje. Ahí es cuando el joven Danny descubre, en una grieta abierta por el temblor, un misterioso libro y unos discos en los que voces siniestras advierten sobre el peligro del llamado “libro de los muertos”, al que Danny abre sin querer.
Por supuesto, el demonio sale y posee a Ellie, quien se va a encargar de perseguir a todos para matarlos. La película se circunscribe a este espacio (el departamento de Ellie y el edificio), en el que los personajes corren por pasillos y ascensores con poca luz (lograda y terrorífica fotografía a cargo de Dave Garbett).
Lo mejor del filme es el subtexto. Beth está embarazada y es como si la película nos dijera que eso significa el advenimiento de una posesión infernal. Sin embargo, la acción, los sustos, las matanzas tapan esa línea secundaria, que no llega a quedar del todo clara.
Escudada en el supuesto respeto al espíritu libre de las originales, Evil Dead: El despertar se permite ciertas inconsistencias lógicas que molestan, aunque se entiende que es parte del juego y del sentido de estas películas, en las que la abundancia de sangre y las mutilaciones tienen que ser la prioridad.
El filme de Cronin hace del idiotismo la convención de la saga que hay que homenajear. Y hace del “qué me importa” el guiño para los amantes del terror con espíritu clase B. Es un entretenimiento ideal para ver en cine con amigos porque tiene mucho de fiesta cinéfila de género. Pero es una fiesta cansina y de fórmula, a la que ya asistimos cientos de veces.